jueves, 22 de octubre de 2020

MONASTERIO DE SAMOS

 


  ituado junto al río Sarria, que roza sus muros, atrae la atención del visitante no sólo por sus vastas proporciones, sino, sobre todo por sus sólidos y austeros edificios, construídos con mampostería de pizarra. La rusticidad y la sencillez de los muros exteriores contrastan con la nobleza y la elegancia de sus claustros de piedra de granito.



   Integran el complejo monástico dos claustros de dimensión desigual, unidos entre sí y flanqueados por achatados torreones. Adosados al claustro grande por la parte noroeste, se encuentran su magnífica iglesia y su esbelta sacristía. Tres estilos arquitectónicos intervienen en su construcción y ornato: gótico, renacimiento y barroco. Solamente se conservan como reliquias de un pasado multisecular, una portada y otros elementos aislados del período románico.
   Los monjes del monasterio son benedictinos. No sabemos con certeza en qué momento aceptó la Regla de san Benito, posiblemente a mediados del siglo X. Por una lápida, sabemos que a mediados del siglo VII el obispo de Lugo Ermefredo lo restaura.
  Monasterio de Sámanos, así lo llamaron durante varios siglos. Este nombre de ascendencia visigótica, con el paso del tiempo, quedaría reducido al de Samos.
   Samos es el Monasterio habitado más antiguo de España, lugar santo y venerabilísimo.

   El Monasterio de Samos es Historia y Arte, expresiones externas de una vivencia espiritual que ha latido dentro de los muros de esta abadía a lo largo de catorce siglos.

   Los acontecimientos de su comunidad llevados a cabo por sus superiores o por un reducido número de monjes, no pueden reflejar la labor diaria y la ascesis callada del monje anónimo: la mayoría de los conventuales.
   Oración y Trabajo es su lema, que a través de los siglos tuvo su proyección espiritual y social. Siete obispos salieron de sus claustros y varios monjes destacaron por su saber, en especial el P. Maestro Benito Jerónimo Feijoo.
   Lo más importante es que una Comunidad de monjes sigue celebrando los Divinos Oficios, siguiendo la Regla del patriarca San Benito, bajo la protección de los Mártires en este estrecho valle de Samos, siendo probablemente el monasterio habitado más antiguo de España.
   La vocación monástica ha servido y continúa sirviendo para encauzar el anhelo humano de hallar a Dios, de comunicarse con él en la soledad, y para preocuparse por el destino eterno de toda la humanidad. Un monasterio es un testimonio mudo y elocuente de la trascendencia del ser humano.

Fachada de la Iglesia
   Lo que más impresiona al visitante al contemplar la fachada principal es la portada barroca de su iglesia, que se presenta como un gran rectángulo dividido en dos cuerpos y tres calles.


   Y le causará extrañeza la horizontalidad de su terminación, por la carencia de frontón o de ático central y del tercer cuerpo de sus torres. Esto imprime un sello peculiar a esta portada, que, si bien le resta esbeltez, no logra sustraerle majestuosidad y belleza. Le precede una señorial escalera, del siglo XVIII, inspirada en la del Obradoiro de Santiago de Compostela.

   Cuatro columnas dóricas sobre recios pedestales ennoblecen y custodian la puerta y la abarrocada hornacina superior, que alberga una imagen de san Benito, obra del escultor Ferreiro. Las calles laterales avanzan, respecto a la central, para resaltar de este modo el primer cuerpo de sus torres. En su reducido interpilastrado se abren una ventana rectangular con tambanillo curvo y, superpuesto a ella, un ojo de buey con afiligranada orla.

   La calle principal, en su segundo cuerpo, exhibe un gran óculo central flanqueado por dos pares de columnas; y, en simétrica posición, dos hornacinas con las imágenes de san Julián y santa Basilisa, patronos del monasterio. Las dos calles laterales de esta planta retroceden para destacar de manera visible el segundo cuerpo de sus torres. Sobre la cornisa que divide la fachada, se asienta una balaustrada. El campanario es de estructura cuadrada, con un arco de medio punto en sus tres frentes. Cierra la fachada un moldurado y rico entablamento.

   Con el paso de los siglos, la vida sencilla y austera de los primeros monjes fue cobrando importancia dentro de la Iglesia y de la sociedad. Nada se conserva de la primitiva época del rey asturiano Fruela I, del siglo VIII, que ofreció al abad Argerico el monasterio, abandonado por un pequeño espacio de tiempo por sus moradores, a causa de la invasión musulmana.



Claustro grande y monumento al P. Feijóo

   Un amplio jardín ambienta el severo recinto, presidido en su centro por el monumento al P. Benito Feijoo.

   

   Las edificaciones que hoy contemplamos, no son las más antiguas. Una vez cruzado el umbral de la portada principal, nos hallamos en el claustro del P.Feijoo, comenzado a finales del siglo XVII. Debido a la situación de la antigua iglesia románica, no se concluyó hasta mediados del siglo XVIII. La sobriedad clásica de su ornamentación arquitectónica, propia de la etapa purista, se presta a una ambigua filiación artística, que duda entre el renacimiento y el barroco.

   Es uno de los claustros de mayores dimensiones de España, con unos 54 metros y medio de lado. Consta de tres plantas. Recias pilastras dóricas sobre pedestales, con su entablamento partido, dividen en tramos las dos primeras. Las pilastras que limitan los tramos de la tercera, se hallan unidas por la cornisa del tejado.

   Aligeran la planta baja arcos de medio punto sobre impostas, con grueso pretil entre sus pilares. Una imposta separa la primera planta de la segunda, de lienzo liso en el que se abren ventanas de sencillo marco. Una volada cornisa sirve de base a la tercera que alegra sus interpilastros con arcos carpaneles sostenidos por columnillas jónicas.

   De arista es la bóveda de la planta baja, y únicamente presenta piedra de cantería al apoyarse en el muro. Varios recuerdos arqueológicos, lápidas y escudos de piedra han sido incrustados, con posterioridad, en sus paredes: una clave de arco con una cruz de tipo asturiano; un fragmento de un escudo de la abadía; lapida Regium Cenobium, testimonio de la restauración de 1541.

   Además ostenta dos escudos reales, que pertenecieron a otras edificaciones: el de Carlos V como rey de España, y el de los austrias, a partir de Felipe II. También presenta una lápida sepulcral del abad de Samos y luego obispo auxiliar de Plasencia, P. Alonso García de Losada, muerto en 1684, que nos recuerda que varios monjes samonenses alcanzaron la dignidad episcopal: tres durante el siglo XVII, y tres en las dos centurias siguientes.
La efigie del ilustre polígrafo benedictino sobre el recio pedestal cúbico, de pie y apoyado en un sillón mientras en su mano izquierda sostiene una antorcha, entona perfectamente con la sobriedad arquitectónica del conjunto. Esta obra del escultor gallego Francisco Asorey fue inaugurada en 1947 y fue mudo testigo del incendio de 1951.

   La comunidad samonense, a finales del siglo XVII, despliega una intensa actividad cultural y religiosa, en decidida ascensión hacia la cumbre de su historia en el siglo XVIII. La mayoría de sus abades poseen grados académicos e incluso algunos han regentado cátedras de filosofía y teología en colegios benedictinos. Tres obispos y tres catedráticos de la Universidad de Salamanca salen de sus claustros.
Padre Feijoo

   Pero el monje más preclaro de la abadía por su ciencia es el P.Feijoo, gloria y honra del saber enciclopédico de su tiempo, consejero favorito de los Reyes de España. Con sus obras Teatro Crítico Universal y Cartas Eruditas, se proponía combatir los errores del vulgo y elevar el nivel cultural del clero diocesano y del conjunto de España. Su amor y agradecimiento a Samos, su casa de profesión, quedó patente en sus obras y a lo largo de toda su vida.

Claustro gótico o de las Nereidas

   Un amplio arco carpanel nos pone en comunicación con el segundo claustro, más antiguo y recoleto: el claustro gótico o de las Nereidas. Fue construído sobre las ruinas del anterior de estilo románico, destruído por un incendio a mediados del siglo XVI.

   El contraste con el claustro de Feijoo es muy notable. De una bóveda de arista caleada, sin ornamentación alguna, se pasa a otra de piedra muy trabajada, con nervadura y abundantes claves.



   Es de planta cuadrada como el primero, pero de menores proporciones, ya que sus crujías miden unos 34 metros de largo. La clave con el busto de San Benito, en el tramo de bóveda situado ante la puerta del refectorio, nos muestra la fecha de su comienzo:1562. término: ACABOSE EL AÑO 1582. el nombre del arquiteto o maestro de obras aparece en la inmediata: PEDRO RODRIGUES NATURAL DE MONFORTE. Estos datos se refieren únicamente a la planta baja.

   Las modalidades estéticas que observamos en la bóveda de este claustro, concuerdan perfectamente con la datación documental. La bóveda de crucería estrellada consta de cinco claves. Reciben su nervadura en apretado haz unas variadas ménsulas a modo de capitel.

    La ornamentación de sus claves es muy variada. Las cinco historiadas, del tramo de bóveda que corresponde a la entrada del refectorio, representan: la central, el escudo del monasterio; y las cuatro restantes, san Benito, su hermana santa Escolástica, y los patronos de la abadía, santos Julián y Basilisa. Como dato curioso de picaresca medieval, existe una clave cuya inscripción, en forma jeroglífica, dice: QUE MIRAS BOBO.

  En el patio, para resistir el empuje de las bóvedas, están adosados al muro gruesos contrafuertes. Una escalonada imposta, cerrando la planta, une los estribos y a la vez encuadra los arcos que dan luz y alegría a este claustro. La desigual distribución de los contrafuertes, debida a la variable longitud de los tramos de bóveda contrarrestados, origina la diversa amplitud de los arcos. Su curvatura de moldurada arquivolta varía de la ojiva equilátera al semicírculo, y descansa sobre ancho pretil mediante su prolongación rectilínea.

Fuente de la Nereidas

   Accedamos al jardín, símbolo del Paraíso, en cuyo centro podemos admirar la hermosa fuente de las Nereidas, ideada por el P. Juan Vázquez, monje de esta Casa, de comienzos del siglo XVIII.


   Las cuatro nereidas que leve y graciosamente se cimbrean en su parte inferior, le imprimen una nota barroca muy peculiar. A muchos visitantes les extraña esta temática e incluso la ven poco apropiada para un lugar religioso. No podemos olvidar que la mitología pagana era un tema de moda en aquel siglo. En la mismísima Roma encontramos múltiples ejemplos.

   Este claustro de proporciones más acogedoras que el anterior, sustituyó al románico.


Escalera neogótica

   Entre los contrafuertes románicos podemos ver una pintura al fresco, obra reciente del pintor catalán Juan Parés, símbolo del ofrecimiento del monasterio a la Virgen María.


   A continuación, un gran arco renacentista da paso a una escalera inspirada en el estilo gótico, que comunica con las dos plantas superiores. Fue diseñada por D. Juan Monleón, monje de la comunidad, y sustituye a la antigua, al quedar muy deteriorada después del incendio de 1951.



   Se trata de una hermosa escalera labrada en piedra, con antepecho de artístico calado. A sus pies, se halla un busto del benedictino gallego P. Rosendo Salvado, apóstol de Australia, esculpido por Francisco Asorey.

Biblioteca

   En el lado opuesto, una puerta con una lapidaria inscripción latina nos señala el lugar de la biblioteca.


   Un monasterio sin biblioteca es como un campamento sin armas. Muchas son las vicisitudes que ha sufrido a través de la historia. La más funesta sucedió en 1835 con la expulsión de los monjes, decretada por el gobierno liberal de Mendizábal. La mayoría de sus libros fue trasladada a Lugo, y pasó a formar parte del fondo primitivo de la Biblioteca Pública.


   Al volver los monjes al monasterio en 1880, se preocuparon mucho por crear de nuevo una buena biblioteca, y lo consiguieron. Como se trata de lugar de silencio y estudio, no se visita.




Botica

   El monasterio benedictino de Samos contó, desde el siglo XII, con una botica monacal que fue punto de referencia, en la curación de males y dolencias, para más de 15.000 almas en la comarca lucense de Sarria.


   La botica de Samos, al igual que las de otros centros monacales gallegos, era un servicio esencial en el monasterio y estaba muy bien provista de hierbas y plantas medicinales para auxiliar a los monjes, a los usuarios del antiguo hospital de peregrinos y a la población de la jurisdicción del cenobio.


  Alambiques, matraces, albarelos, botes, morteros, almireces, tamices, espátulas, pesos y básculas, junto con libros de fórmulas para emplastos y farmacopea, acompañados de muestras de hierbas y plantas medicinales, en una cuidada recreación de la botica del siglo XVII, volverán a cobrar protagonismo en la abadía samonense.


Pinturas Murales

   Si pasamos de este claustro al del P. Feijoo y subimos al primer piso, podemos contemplar unas pinturas murales sobre la vida de san Benito.

   En 1951 un voraz incendio destruye los cuadros que adornaban las paredes de los claustros altos. Por eso, a partir de 1957, cuatro pintores intervienen en ellas: José Luis Rodríguez, Enrique Navarro, Celia Rodríguez Cortés y Juan Parés. Sus estilos son distintos, y las técnicas empleadas también: temple al huevo, óleo, pintura acrílica y fresco.

   La obra de José Luis se caracteriza por la fuerza expresiva y escultórica de sus figuras: Nacimiento de san Benito y sus primeros pasos en la vida monástica.

   La monfortina Celia Cortés nos recuerda, con su pintura mural, el incendio imaginario con que el diablo intentaba atemorizar a los monjes. Es curiosa la perspectiva del claustro, pues varía según el punto de mira del espectador.

   El vivo colorido y el acentuado realismo de los murales siguientes corresponden al trabajo del madrileño Enrique Navarro: Milagro de santa Escolástica mientras se hallaba en conversación espiritual son su hermano san Benito, con otras escenas acaecidas en Montecasino.
   
  Si perseguimos la contemplación de las pinturas del claustro veremos: curación de un endemoniado; san Benito escribiendo su Regla; curación de un leproso.

   Otra nueva pintura, La apoteosis de la Regla benedictina, con el santo entregando la Regla, nos sorprende con los retratos de conocidos personajes. Entre ellos veremos al difunto abad del monasterio P. Mauro Gómez Pereira, que con su tesón hizo posible la restauración del mismo tras el incendio de 1951, a D. Antonio Ona de Echave, anterior obispo de Lugo y al monje D. Juan Monleón, arquitecto restaurador de la abadía.

   Por último, dos representaciones más evocan la muerte del santo entre las manos de sus discípulos. La de menores proporciones, es un delicado fresco del catalán Juan Parés.


El Signo y la Sacristía

   El Signo recibe su nombre de la seña que da el abad en este lugar para entrar comunitariamente en la iglesia, es un recinto que consta de cuatro tramos de bóveda estrellada de estilo gótico similar a la del claustro de las Nereidas.


   En el siglo XVIII  esta antigua bóveda, fue trasladada de otro lugar. Unas pinturas al fresco de Juan Parés decoran sus muros con escenas de la vida de Jesucristo.

Bajo un ventanal curvo, podemos admirar una hermosa fuente barroca para el lavatorio de las manos, prescrito al sacerdote antes de celebrar la Misa.
   La sacristía, construída durante el último cuarto del siglo XVIII es de planta octogonal en su interior. Se presenta cubierta por una cúpula semiesférica con airoso cupulino, y adopta la forma de cimborrio octogonal en su exterior.

   La bóveda gallonada con casetones descansa sobre un tambor. Sostienen la cúpula, mediante un entablamento, arcos de medio punto volteados sobre recios pilares. Las pechinas están decoradas con unos triángulos curvos de madera con figuras en alto relieve, que representan a Jesucristo y las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) y cardinales (justicia, prudencia, fortaleza y templanza).

  Ocupa el centro de la misma una hermosa mesa policromada del siglo XVIII, de diseño octogonal en consonancia con el plano de la sacristía y decididamente barroca.

  Preside un retablo que custodia algunas de las reliquias del Monasterio, entre ellas un antiquísimo Lignum Crucis, una espina de la Corona del Señor, el fémur de San Benito, etc.

 

La Iglesia Monacal

   El templo monacal, majestuoso edificio del siglo XVIII, obra del monje samonense P. Juan Vázquez, OSB, es de estilo barroco, aunque le caracteriza su sobriedad clásica.


   Llama la atención por su luminosidad y grandeza , austeridad de líneas y proporcionadas dimensiones.

La nave principal y el crucero, en cuyo centro se yergue la cúpula, forman externamente una cruz latina erigida sobre el vasto rectángulo de ocho vertientes en su exterior, luce en lo alto un remate macizo en forma de linterna.

   Fue costumbre litúrgica y arquitectónica española que en las catedrales e iglesias monasteriales estuviera el coro en la nave central. Así era en Samos. Pero en 1970 se trasladó la sillería al presbiterio, adelantando el altar mayor al crucero. La Iglesia ganó en visibilidad y amplitud. No hay otra semejante en la provincia de Lugo.
   Consta de tres naves. La central es de mayor altura y anchura que las dos laterales. El alzado del templo se ordena, en su nave principal, mediante pilastras dóricas de festón vertical, que comprenden en su interpilastrado inferior arcos de medio punto sobre impostas. En la parte superior, se abren unas tribunas con arco de medio punto y barandilla de hierro forjado.



 
  Por último, enlaza las pilastras un sólido entablamento, sobre el que voltea una bóveda de cañón cassetonada. Cada tramo abovedado ilumina con dos lunetos la nave principal. En el crucero, una cúpula gallonada con casetones en el intradós y con anillo muy adornado descansa sobre un tambor.
Las pechinas están adornadas con los cuatro altos relieves pétreos de los santos doctores marianos benedictinos: Anselmo, Bernardo, Ildefonso y Ruperto. Completan la iluminación de la parte central de la iglesia tres grandes óculos, en la fachada y en ambos testeros del crucero.



   Las naves laterales, separadas de la central por gruesos pilares, se abren a ella a través de amplias arcadas. Son de bóveda de arista y comprenden tramos hasta el crucero.
Dignos de consideración son los retablos y sus esculturas, entre los que destacan las obras de Francisco de Moure (1577-1636) y de José Ferreiro (1738-1830). Mención expresa merecen tres esculturas del primero: la inmaculada, san Juan Bautista y la Virgen Dolorosa. Del segundo es el retablo mayor, excelente obra neoclásica, con la escultura de san Julián en el arco central. Un rompimiento de gloria a lo Bernini figura el cielo, hacia el cual dirige el santo su extática mirada.

   El año 2016 la Comunidad de Mayaguez, en Puerto Rico, dependiente de Samos, restauró el Retablo Mayor y se volvió a colocar el altar antiguo, con sus gradas y frontal, tal como fue concebido por el autor y como estuvo hasta el Concilio Vaticano II. 



   Digno de mención es el soberbio órgano, con casi 4000 tubos, de los mayores de Galicia.


Albergue de Peregrinos

   El monasterio desde hace siglos ofrece al peregrino un albergue donde pernoctar, abierto todo el año. No se cobra por ello. Con los donativos del peregrino se ayuda a los gastos de luz, limpieza... Muy austero. Un techo, un lecho limpio, agua caliente para ducharse. Nada más. Y la posibilidad de asistir a Misa y recibir la bendición del peregrino. Nada menos.


   Si busca alguna comodidad extra puede optar por hospedarse en la Hospederia interna (sólo varones y reservando anticipadamente) o en alguno de los excelentes hoteles o albergues que hay en el pueblo.

Ultreya, ultra, eia!
 
NOTA BENE. Debido a la pandemia, el Albergue, así como las Hospederías externa e interna permanecerán cerrados hasta nuevo aviso. Posiblemente hasta marzo de 2021. 


viernes, 16 de octubre de 2020

TRIGÉSIMO CUARTA ETAPA (11ª JORNADA IV-V TRAMO)

ueve kilómetros, hacia lo más profundo del valle, alternando asfalto y sendas, separan Triacastela del Monasterio de Samos (al que dedicaremos una próxima entrada). Tras recorrer los primeros tres kilómetros, el camino discurre por numerosos atajos que evitan los rodeos que dibuja la carretera y algunas pequeñas aldeas, como San Cristóbal, Lusio, Renche y San Martín el Real.
   Isidro se encargará de mostrarnos los detalles a los que debemos estar atentos a lo largo de la jornada.

Triacastela - Sarria (21,5 Kms)

   ¿Por San Xil o por Samos? Gran dilema, pues ambos son caminos del máximo interés. Por el valle San Xil cruzamos uno de los valles más bonitos de toda la ruta jacobea; por Samos, 7,2 km más largo, atravesamos espectaculares bosques de robles y castaños a la vera del río Oribio (o Sarria), regalándonos además la visita al extraordinario Monasterio de Samos. Ojalá todas las decisiones en la vida fueran como esta: tanto por San Xil como por Samos... ¡acertaremos!

   Nosotros tenemos varias razones para pasar por Samos, la principal es que aquí hunde sus raices un peregrino del grupo, José Valdés, ya que su padre nació es este pueblo. Por este itinerario la distancia recorrida es de 21,5 kilómetros. Los mojones jacobeos que marcan la distancia de medio en medio kilómetro no los veremos en este itinerario, poblado sin embargo por las características flechas amarillas. La ruta acompaña el discurrir del río Sarria, también conocido por el nombre de río Oribio, ya que se forma en las laderas de este monte en el Concello de Triacastela. 






Km 0: Triacastela

   En Triacastela es donde el peregrino debe tomar la decisión de continuar por la variante de San Xil o seguir la Ruta que nosotros definimos como principal que conduce a Samos. Por nuestra parte y en nuestro modesto entender apreciamos como principal la que nos lleva a Samos, pues nos parece que Perderse el impresionante Monasterio de Samos es mucho perderse. No obstante la variante de San Xil ofrece un recorrido de particular encanto, y que por supuesto recomendamos a todos aquellos peregrinos que ya hicieron la bajada a Samos.

Km 3.2: Sancristobo do Real

   Al dejar Triacastela, cogiendo la ruta que lleva a la población de Samos, asfaltada en su primer tramo, se puede observar la zona denominada Desfiladero de Penapartida por donde pasan la carretera y el río Oribio rodeados de peñascos y vegetación. Una vez se deja el asfalto se introduce uno en el Camino Real o del Oribio. Este segundo tramo de la ruta debe su nombre al hecho de que era el camino que utilizaban los reyes para acceder al monasterio.

Desfiladero de Penapartida

  Cuenta la leyenda que en este punto, la Virgen, en su peregrinación hacia Compostela, se encontró con una roca de grandes dimensiones que le impedía el paso y mandó bajar a los ángeles para que con un rayo la destruyeran, cosa que hicieron. De ahí su nombre; ya que dicha roca, ¿pena¿ en gallego, quedó partida para facilitar que la Virgen prosiguiera su peregrinación.

  El recorrido discurre en un permanente descenso y muy pegado a la carretera en los tres primeros kilómetros, luego por angostas, pero atractiva senda se llega a Sancristobo.


   Pueblo del que ya se tiene constancia en el siglo XII, que alberga un típico cementerio de la zona, un viejo molino, y el pazo y antigua herrería de Lusío, donde se fabricaron las rejas de la Catedral de Lugo.

   La casa de Lesio es una Noble mansión solariega, con su blasón, de dos plantas con torre cuadrada, cornisa moldeada por toda la fachada.


   Se encuentra dominando un alto con bellos paisajes.

   Casa fundada por Lope Vázquez de Vilamexe y su esposa Leonor Alfonso de Balboa en 1551. Es la casa en la que nació el matemático Vicente Vázquez Queipo, autor de la tabla de los logaritmos.

  Siguiendo el curso del río Oribio, partimos de San Cristobo do Real pasando al lado del cementerio. Durante un trecho la senda discurre por un encajado camino. Y sólo en este trecho tendremos que acometer un breve ascenso a Renche por una pista.

Km 4.8: Renche

      Este enclave destaca además por su arquitectura de tipo popular y la vegetación que lo cubre, compuesta por especies autóctonas como robles, abedules y castaños.


   El papa Paulo III, el 2 de abril de 1538, donó el templo al monasterio de Samos para que los monjes acudiesen con el “sustento ordinario y vino a los peregrinos que pasaban en romería a visitar el cuerpo del Apóstol”.


   Actualmente es la iglesia parroquial, con advocación a Santiago Apóstol. En su interior alberga una imagen de Santiago peregrino.


   De Renche a Samos es una prolongación de los tramos anteriores, continúa el descenso, bien señalizado, siguiendo el curso del valle, al tiempo que nos encontramos con pequeñas aldeas como Lastres, Freituxe y San Martiño do Real.

Freituxe


  La primera vez que se hace referencia a Freituxe, es en el testamento mayor del Obispo Odoario, en el que aparece como Villa Fructuosi, en el año 747.


   La iglesia parroquial fecha del s. XVII. Edificio de planta rectangular y muros de cachotería, en loseta y alguna cuarcita, enlucidos. La cubierta, la dos aguas, es de madera y loseta. Atravesando un arco de medio punto peraltado, se accede, desde la nave, a la capilla mayor, tras de la que está la sacristía que posee encima de la puerta de entrada una escultura de S. Antón de Padua y dentro de ella otra de Santiago Apostol.


   En el altar mayor hay una talla del Sagrado Corazón realizada por Magariños y nuestra señora de los Remedios y un San José del siglo XVII y varias tallas más del mismo siglo. En el mismo retablo mayor encontrará otra escultura de SANTIAGO, EN ESTE CASO ECUESTRE.



   La proximidad de Samos se intuye pero no se descubre hasta que casi se tropieza con espectacular y sobrecogedor Monasterio. Sin duda es de los lugares que más impresionan al peregrino.

San Martiño de Lousada

   Pero antes de entrar en Samos nos detendremos en la iglesia de San Martiño de Lousada (Samos) que es una de las primeras manifestaciones del románico de la provincia.


   A pesar de su valor, se encuentra en estado de ruina y está cerrada al culto desde hace cuatro décadas.

   Esta iglesia es un edificio de origen románico de volumen sencillo y ornamentación austera. Posee un ábside cuadrado y una nave principal rectangular a la que se arrima una nave lateral al norte, separada por dos arcos de medio punto. Entre el altar mayor y la nave principal hay un arco también de medio punto. Al norte del ábside se sitúa una sacristía. La cubierta del presbiterio era a cuatro aguas, más alta que la de la nave principal a dos aguas, configurada con el sistema de par e hilera en madera y con loseta como acabado exterior.


   Frente a la fachada principal existe un cabildo a dos aguas a través del que se llega a la portada principal realizada en cantería de granito y arco de medio punto superior. Otra puerta más sencilla da acceso a la nave lateral. Los muros y los tres arcos interiores están realizados en mampostería de loseta cubiertos de revocadura de cal. El campanario de doble arco se eleva sobre la portada de la fachada principal. El pavimento interior es de grandes pizarras negras de calidad. En el interior se conserva una pila bautismal de granito, con cuenca y pilastra, así como restos de pinturas murales de carácter popular en los arcos.

Km 8.8: Samos

   

   Samos es una pequeña localidad que forma parte de la Comarca de Sarriá, emplazada en un pequeño y angosto Valle, a la derecha del río Ouribio, que nace y crece a la vera del Monasterio, al que dedicaremos la siguiente entrada del Blog.


   En lo hondo de un valle encajado entre montañas, se encuentra el gran monasterio de los Santos Julián y Basilisa de Samos, uno de los cenobios más antiguos de España, fundado en el s. VI por san Martín de Braga, el responsable de la conversión al catolicismo del pueblo suevo.




Capilla del Salvador o del Ciprés

   Se encuentra a unos cien metros del monasterio y es el resto más antiguo que conserva éste. Posiblemente se tratara de una celda monástica.

   Su construcción en lajas de pizarra data del final del siglo IX o principios de siglo X, de ahí que responde al estilo mozárabe. Consta de dos cuerpos de planta ligeramente trapezoidal, nave y cabecera. Un rasgo característico es que la puerta está situada en un lateral sur cuya curvatura tiende a la forma de herradura.


   En la fachada principal, mirando al río Oribio, podemos apreciar una ventana de doble arco a la que le falta el parteluz. En el interior resalta el arco triunfal elíptico que en sus formas tiende a la de herradura y también hay que destacar sus pinturas al fresco de influencia astur.

   Casi adosado a la Capilla se encuentra un gran ciprés milenario de 25 metros de altura y de unos 3,25 metros de perímetro. Está considerado entre los 50 árboles más notables de España. Su parche negro es causa de una herida ocasionada por un rayo.

   Circula una leyenda que dice que la herida fue ocasionada en 1.926 al prenderle fuego a un panal de abejas que, por causas obvias, se quería eliminar del árbol. El parche cumple la doble función de protección y de ayuda a la regeneración natural del árbol.


Fuente de las Nereidas

   En el interior del Monasterio, en uno de sus claustros se encuentra esta fuente que choca por su temática pagana en un centro religioso.

  Transcurren los hechos en la localidad de Samos, donde en el claustro del monasterio se puede encontrar una fuente formada por cuatro extrañas figuras femeninas con cuerpos de serpiente y cabeza y pechos de mujer. 


   Así parece ser que, en una ocasión, la autoridad eclesiástica, considerando que aquellas figuras no debían estar en un lugar tan visible del monasterio, ordenó trasladarla a otro lugar.

   Ya desmontada, al disponerse a transportar las piezas, éstas de repente aumentaron de peso de tal manera que no hubo forma de moverlas de allí.

   Ante semejante situación, no quedó más remedio que volver a reconstruir la fuente en el mismo sitio que estaba, para lo cual milagrosamente recuperaron su peso normal, dejando claro que la fuente no tenía intención de moverse del monasterio.

   

Km 12.7: Teiguín


    Saliendo de Samos y con el río acompañándonos a la izquierda, dejamos atrás el monumento al peregrino para llegar a Teiguín, donde hay un área recreativa para comer al aire libre. Y la ermita de Sto Domingo de Silos.



   Una de las constantes de este tramo son las cuidadas sendas y pequeños parques, que aprovechando los remansos del río se han construido como zonas de descanso. Una delicia para la vista y para el espíritu.


   Al poco de salir de Teiguín se puede continuar por la calzada principal, o por una senda que surge a la derecha bien señalizada. Es un andadero alejado de la Carretera que va al encuentro del Camino de San Xil.

   Esta opción es quizás más peregrina, por supuesto menos peligrosa, ya que carece de tráfico, y además discurre por un rosario de pequeñísimas aldeas, que son un auténtico placer.

   Dichas pequeñas aldeas son por este orden las siguientes: Pontenova, Pascais, Gorolfe, Veiga de Reiriz, Sivil y Perros. Finaliza desembocando en el Camino que viene de San Xil a la altura de San Mamede do Camiño.

   El tramo, en ascenso, no ofrece mayores dificultades por estar bien señalizado hasta Pascais, en cuyo punto hay que seguir en línea con el cementerio hasta un camino que surge a la derecha y que, en cierto modo invierte el sentido para descender hasta un puente de cemento. La corredoira finaliza en un precioso paraje ribereño, el cual bordeamos hasta Gorolfe. A partir de ahí se toma una pista y por un valle abierto se llega a otra de cemento, que sigue a Veiga de Reiriz. Se cruza el río y por su margen derecha se alcanza Sivil. Lugar que se abandona en cuesta pero pronto llegamos a Perros y Aguiada, donde enlazamos con la otra ruta.


Pascais

Iglesia de Santa Eulalia

Iglesia románica del siglo XII en la cual lo más destacable es su retablo barroco de un solo cuerpo de tres encasillamientos, ático con hornacina y columnas salomónicas de racimos.


   Del románico conserva el ábside y su lado norte además de una puerta de arco de medio punto. 

   La nave es elevada, amplia y cubierta a dos aguas. Más tarde le adjuntaron un espacio de forma rectangular y una sacristía. Dedica sus imágenes a Santa Eulalia, La inmaculada, San Benito y San Pedro.

Gorolfe


En Gorolfe nos recibe esta ermita de mampostería de pizarra, con una serie de ventanas abocinadas y tejado a tres aguas

Vega de Reiriz


   Nada más dejar atrás las casas de A Veiga y escasos metros antes de atravesar A Ponte da Veiga, en la margen izquierda del Camino nos encontramos éste singular peto de Ánimas.


   En Galicia los petos de Ánimas tienen la finalidad de ofrecer limosnas de todo tipo a las Animas del Purgatorio.


   En este caso, no dispone de hucha y tampoco se representan las almas en el fuego del purgatorio, como es frecuente ver en otros petos, si está presente la figura que las vela.


Sivil 


Perros 


San Mamede


Km 16.7: Ayan 

   El Camino se despista un poco del curso del río, para dirigirse, a caballo de la carretera hacia Ayán. Sigue siendo un ligero descenso al tiempo que alterna con pequeños atajos y caminos cercanos a la calzada.

 Km 21.5: Sarria

    Como ya hemos señalado, este tramo es para aquellos que han optado caminar por la carretera. Quizás es menos agradable, por ser algo más árido y porque el acceso a las ciudades por sus zonas periféricas y más transitadas, siempre son menos atractivas.

   Pero estamos completamente seguros, que tanto si se decide seguir esta opción como tomar la referida en el tramo anterior, cualquiera de las dos, por supuesto nos llevan a Sarria, y ambas significan seguir disfrutando del maravilloso paisaje que, prácticamente en descenso, se viene disfrutando desde O Cebreiro.


   De la Villa de Sarriá, hay que destacar el casco viejo, que ocupa la ladera del un «outerio», en cuyo lugar y en la antigüedad más remota hubo un asentamiento romano. Posteriormente fue repoblada por el Rey Alfonso IX y durante la Edad Media establecieron su sede en el castillo los señores feudales Condes de Sarriá.

   Merecen especial atención el templo parroquial de Santa Marina, edificado sobre otro anterior de corte románico. 
   Se llega ascendiendo la calle Mayor impresiona el mural que embellece el muro de esta iglesia, obra de la pintora Veloso. La iglesia, que sustituyó al viejo templo románico, es de 1885 en estilo neogótico y está coronada por una esbelta torre que culmina en un chapitel piramidal. En el interior del templo se hallan las tallas de Santa Mariña y San Xoán, patronos de Sarria.



   La iglesia del Salvador, de base románica y a pie del Camino. 


   El convento de la Magdalena, de gran tradición hospitalaria en el medioevo que fue fundado por dos monjes italianos de la Congregación de la Penitencia de los Mártires de Cristo, bajo la regla de San Agustín.
   El Cenobio es de origen románico fundado en el siglo XIII. En 1896 entraron en el monasterio los padres mercedarios.

PONTE DA ESPERA


   Puente levantado en el s. XVIII sobre otro de factura románica. Posee cuatro arcos y fue edificado en pizarra y sillería de granito. El Camino de Santiago salva sobre su tablero el río Celeiro y abandona Sarria.