lunes, 23 de noviembre de 2020
jueves, 22 de octubre de 2020
MONASTERIO DE SAMOS
El Monasterio de Samos es Historia y Arte, expresiones
externas de una vivencia espiritual que ha latido dentro de los muros de esta
abadía a lo largo de catorce siglos.
Lo más importante es que una Comunidad de monjes sigue celebrando los Divinos Oficios, siguiendo la Regla del patriarca San Benito, bajo la protección de los Mártires en este estrecho valle de Samos, siendo probablemente el monasterio habitado más antiguo de España.
La vocación monástica ha servido y continúa sirviendo para encauzar el anhelo humano de hallar a Dios, de comunicarse con él en la soledad, y para preocuparse por el destino eterno de toda la humanidad. Un monasterio es un testimonio mudo y elocuente de la trascendencia del ser humano.
Fachada
de la Iglesia
Lo que más impresiona al
visitante al contemplar la fachada principal es la portada barroca de su
iglesia, que se presenta como un gran rectángulo dividido en dos cuerpos y tres
calles.
Cuatro columnas dóricas sobre recios pedestales ennoblecen y custodian la
puerta y la abarrocada hornacina superior, que alberga una imagen de san
Benito, obra del escultor Ferreiro. Las calles laterales avanzan, respecto a la
central, para resaltar de este modo el primer cuerpo de sus torres. En su
reducido interpilastrado se abren una ventana rectangular con tambanillo curvo
y, superpuesto a ella, un ojo de buey con afiligranada orla.
La calle principal, en su segundo cuerpo, exhibe un gran óculo central
flanqueado por dos pares de columnas; y, en simétrica posición, dos hornacinas
con las imágenes de san Julián y santa Basilisa, patronos del monasterio. Las
dos calles laterales de esta planta retroceden para destacar de manera visible
el segundo cuerpo de sus torres. Sobre la cornisa que divide la fachada, se
asienta una balaustrada. El campanario es de estructura cuadrada, con un arco
de medio punto en sus tres frentes. Cierra la fachada un moldurado y rico
entablamento.
Con el paso de los siglos, la vida sencilla y austera de los primeros monjes
fue cobrando importancia dentro de la Iglesia y de la sociedad. Nada se
conserva de la primitiva época del rey asturiano Fruela I, del siglo VIII, que
ofreció al abad Argerico el monasterio, abandonado por un pequeño espacio de
tiempo por sus moradores, a causa de la invasión musulmana.
Claustro
grande y monumento al P. Feijóo
Las edificaciones que hoy contemplamos, no son las más antiguas. Una vez cruzado el umbral de la portada principal, nos hallamos en el claustro del P.Feijoo, comenzado a finales del siglo XVII. Debido a la situación de la antigua iglesia románica, no se concluyó hasta mediados del siglo XVIII. La sobriedad clásica de su ornamentación arquitectónica, propia de la etapa purista, se presta a una ambigua filiación artística, que duda entre el renacimiento y el barroco.
Padre Feijoo |
Claustro
gótico o de las Nereidas
Un amplio arco carpanel nos pone en comunicación con el segundo
claustro, más antiguo y recoleto: el claustro gótico o de las Nereidas. Fue
construído sobre las ruinas del anterior de estilo románico, destruído por un
incendio a mediados del siglo XVI.
El contraste con el claustro de Feijoo es muy notable. De una bóveda de arista caleada, sin ornamentación alguna, se pasa a otra de piedra muy trabajada, con nervadura y abundantes claves.
Es de planta cuadrada como el primero, pero de menores proporciones, ya que sus crujías miden unos 34 metros de largo. La clave con el busto de San Benito, en el tramo de bóveda situado ante la puerta del refectorio, nos muestra la fecha de su comienzo:1562. término: ACABOSE EL AÑO 1582. el nombre del arquiteto o maestro de obras aparece en la inmediata: PEDRO RODRIGUES NATURAL DE MONFORTE. Estos datos se refieren únicamente a la planta baja.
Las modalidades estéticas que observamos en la bóveda de este claustro, concuerdan perfectamente con la datación documental. La bóveda de crucería estrellada consta de cinco claves. Reciben su nervadura en apretado haz unas variadas ménsulas a modo de capitel.
La ornamentación de sus claves es muy variada. Las cinco historiadas, del tramo de bóveda que corresponde a la entrada del refectorio, representan: la central, el escudo del monasterio; y las cuatro restantes, san Benito, su hermana santa Escolástica, y los patronos de la abadía, santos Julián y Basilisa. Como dato curioso de picaresca medieval, existe una clave cuya inscripción, en forma jeroglífica, dice: QUE MIRAS BOBO.
En el patio, para resistir el empuje de las bóvedas, están adosados al muro gruesos contrafuertes. Una escalonada imposta, cerrando la planta, une los estribos y a la vez encuadra los arcos que dan luz y alegría a este claustro. La desigual distribución de los contrafuertes, debida a la variable longitud de los tramos de bóveda contrarrestados, origina la diversa amplitud de los arcos. Su curvatura de moldurada arquivolta varía de la ojiva equilátera al semicírculo, y descansa sobre ancho pretil mediante su prolongación rectilínea.
Fuente de la Nereidas
Accedamos al jardín, símbolo del Paraíso, en cuyo centro podemos admirar la hermosa fuente de las Nereidas, ideada por el P. Juan Vázquez, monje de esta Casa, de comienzos del siglo XVIII.
Este claustro de proporciones más acogedoras que el anterior, sustituyó al
románico.
Escalera
neogótica
Entre los contrafuertes románicos podemos ver una pintura al
fresco, obra reciente del pintor catalán Juan Parés, símbolo del ofrecimiento
del monasterio a la Virgen María.
Se trata de una hermosa escalera labrada en piedra, con antepecho de artístico calado. A sus pies, se halla un busto del benedictino gallego P. Rosendo Salvado, apóstol de Australia, esculpido por Francisco Asorey.
Biblioteca
En el lado opuesto, una puerta con una lapidaria inscripción
latina nos señala el lugar de la biblioteca.
Al volver los monjes al monasterio en 1880, se preocuparon mucho por crear de
nuevo una buena biblioteca, y lo consiguieron. Como se trata de lugar de
silencio y estudio, no se visita.
El monasterio benedictino de Samos contó, desde el siglo XII, con una botica monacal que fue punto de referencia, en la curación de males y dolencias, para más de 15.000 almas en la comarca lucense de Sarria.
La botica de Samos, al igual que las de otros centros monacales gallegos, era un servicio esencial en el monasterio y estaba muy bien provista de hierbas y plantas medicinales para auxiliar a los monjes, a los usuarios del antiguo hospital de peregrinos y a la población de la jurisdicción del cenobio.
Alambiques, matraces, albarelos, botes, morteros, almireces, tamices, espátulas, pesos y básculas, junto con libros de fórmulas para emplastos y farmacopea, acompañados de muestras de hierbas y plantas medicinales, en una cuidada recreación de la botica del siglo XVII, volverán a cobrar protagonismo en la abadía samonense.
Pinturas
Murales
Si pasamos de este claustro al del P. Feijoo y subimos al primer
piso, podemos contemplar unas pinturas murales sobre la vida de san Benito.
En 1951 un voraz incendio destruye los cuadros que
adornaban las paredes de los claustros altos. Por eso, a partir de 1957,
cuatro pintores intervienen en ellas: José Luis Rodríguez, Enrique Navarro,
Celia Rodríguez Cortés y Juan Parés. Sus estilos son distintos, y las técnicas
empleadas también: temple al huevo, óleo, pintura acrílica y fresco.
La obra de José Luis se caracteriza por la fuerza expresiva y escultórica de
sus figuras: Nacimiento de san Benito y sus primeros pasos en la vida
monástica.
La monfortina Celia Cortés nos recuerda, con su pintura mural, el incendio
imaginario con que el diablo intentaba atemorizar a los monjes. Es curiosa la
perspectiva del claustro, pues varía según el punto de mira del espectador.
El vivo colorido y el acentuado realismo de los murales siguientes corresponden
al trabajo del madrileño Enrique Navarro: Milagro de santa Escolástica mientras
se hallaba en conversación espiritual son su hermano san Benito, con otras
escenas acaecidas en Montecasino.
Si perseguimos la contemplación de las pinturas del claustro veremos: curación
de un endemoniado; san Benito escribiendo su Regla; curación de un leproso.
Otra nueva pintura, La apoteosis de la Regla benedictina, con el santo
entregando la Regla, nos sorprende con los retratos de conocidos personajes.
Entre ellos veremos al difunto abad del monasterio P. Mauro Gómez Pereira, que
con su tesón hizo posible la restauración del mismo tras el incendio de 1951, a
D. Antonio Ona de Echave, anterior obispo de Lugo y al monje D. Juan Monleón,
arquitecto restaurador de la abadía.
Por último, dos representaciones más evocan la muerte del santo entre las manos
de sus discípulos. La de menores proporciones, es un delicado fresco del
catalán Juan Parés.
El Signo recibe su nombre de la seña que da el abad en este
lugar para entrar comunitariamente en la iglesia, es un recinto que consta de
cuatro tramos de bóveda estrellada de estilo gótico similar a la del claustro
de las Nereidas.
Bajo un ventanal curvo, podemos admirar una hermosa fuente barroca para el
lavatorio de las manos, prescrito al sacerdote antes de celebrar la Misa.
La sacristía, construída durante el último cuarto del siglo XVIII es de planta
octogonal en su interior. Se presenta cubierta por una cúpula semiesférica con
airoso cupulino, y adopta la forma de cimborrio octogonal en su exterior.
La bóveda gallonada con casetones descansa sobre un tambor. Sostienen la
cúpula, mediante un entablamento, arcos de medio punto volteados sobre recios
pilares. Las pechinas están decoradas con unos triángulos curvos de madera con
figuras en alto relieve, que representan a Jesucristo y las virtudes teologales
(fe, esperanza y caridad) y cardinales (justicia, prudencia, fortaleza y
templanza).
Ocupa el centro de la misma una hermosa mesa policromada del siglo XVIII, de
diseño octogonal en consonancia con el plano de la sacristía y decididamente
barroca.
Preside un retablo que custodia algunas de las reliquias del Monasterio, entre
ellas un antiquísimo Lignum Crucis, una espina de la Corona del Señor, el fémur
de San Benito, etc.
La
Iglesia Monacal
El templo monacal, majestuoso edificio del siglo XVIII,
obra del monje samonense P. Juan Vázquez, OSB, es de estilo barroco,
aunque le caracteriza su sobriedad clásica.
La nave principal y el crucero, en cuyo centro se yergue la cúpula, forman
externamente una cruz latina erigida sobre el vasto rectángulo de ocho
vertientes en su exterior, luce en lo alto un remate macizo en forma de
linterna.
Fue costumbre litúrgica y arquitectónica española que en las catedrales e
iglesias monasteriales estuviera el coro en la nave central. Así era en Samos.
Pero en 1970 se trasladó la sillería al presbiterio, adelantando el altar mayor
al crucero. La Iglesia ganó en visibilidad y amplitud. No hay otra semejante en
la provincia de Lugo.
Consta de tres naves. La central es de mayor altura y anchura que las dos
laterales. El alzado del templo se ordena, en su nave principal, mediante
pilastras dóricas de festón vertical, que comprenden en su interpilastrado
inferior arcos de medio punto sobre impostas. En la parte superior, se abren
unas tribunas con arco de medio punto y barandilla de hierro forjado.
Por último, enlaza las pilastras un sólido entablamento, sobre el que voltea una bóveda de cañón cassetonada. Cada tramo abovedado ilumina con dos lunetos la nave principal. En el crucero, una cúpula gallonada con casetones en el intradós y con anillo muy adornado descansa sobre un tambor.
Las pechinas están adornadas con los cuatro altos relieves pétreos de los santos doctores marianos benedictinos: Anselmo, Bernardo, Ildefonso y Ruperto. Completan la iluminación de la parte central de la iglesia tres grandes óculos, en la fachada y en ambos testeros del crucero.
Las naves laterales, separadas de la central por gruesos pilares, se abren a ella a través de amplias arcadas. Son de bóveda de arista y comprenden tramos hasta el crucero.
Dignos de consideración son los retablos y sus esculturas, entre los que destacan las obras de Francisco de Moure (1577-1636) y de José Ferreiro (1738-1830). Mención expresa merecen tres esculturas del primero: la inmaculada, san Juan Bautista y la Virgen Dolorosa. Del segundo es el retablo mayor, excelente obra neoclásica, con la escultura de san Julián en el arco central. Un rompimiento de gloria a lo Bernini figura el cielo, hacia el cual dirige el santo su extática mirada.
El año 2016 la Comunidad de Mayaguez, en Puerto Rico, dependiente de Samos, restauró el Retablo Mayor y se volvió a colocar el altar antiguo, con sus gradas y frontal, tal como fue concebido por el autor y como estuvo hasta el Concilio Vaticano II.
Digno de mención es el soberbio órgano, con casi 4000 tubos, de los mayores de Galicia.
Albergue de Peregrinos
Si busca alguna comodidad extra puede optar por hospedarse en la Hospederia
interna (sólo varones y reservando anticipadamente) o en alguno de los
excelentes hoteles o albergues que hay en el pueblo.
Ultreya, ultra, eia!
NOTA
BENE. Debido a la pandemia, el Albergue, así como las
Hospederías externa e interna permanecerán cerrados hasta nuevo aviso.
Posiblemente hasta marzo de 2021.
viernes, 16 de octubre de 2020
TRIGÉSIMO CUARTA ETAPA (11ª JORNADA IV-V TRAMO)
Triacastela - Sarria (21,5 Kms)
¿Por San Xil o por Samos? Gran dilema, pues ambos son caminos del máximo interés. Por el valle San Xil cruzamos uno de los valles más bonitos de toda la ruta jacobea; por Samos, 7,2 km más largo, atravesamos espectaculares bosques de robles y castaños a la vera del río Oribio (o Sarria), regalándonos además la visita al extraordinario Monasterio de Samos. Ojalá todas las decisiones en la vida fueran como esta: tanto por San Xil como por Samos... ¡acertaremos!
Nosotros tenemos varias razones para pasar por Samos, la principal es que aquí hunde sus raices un peregrino del grupo, José Valdés, ya que su padre nació es este pueblo. Por este itinerario la distancia recorrida es de 21,5 kilómetros. Los mojones jacobeos que marcan la distancia de medio en medio kilómetro no los veremos en este itinerario, poblado sin embargo por las características flechas amarillas. La ruta acompaña el discurrir del río Sarria, también conocido por el nombre de río Oribio, ya que se forma en las laderas de este monte en el Concello de Triacastela.
Km 0: Triacastela
En Triacastela es donde el peregrino debe tomar la decisión de continuar por la variante de San Xil o seguir la Ruta que nosotros definimos como principal que conduce a Samos. Por nuestra parte y en nuestro modesto entender apreciamos como principal la que nos lleva a Samos, pues nos parece que Perderse el impresionante Monasterio de Samos es mucho perderse. No obstante la variante de San Xil ofrece un recorrido de particular encanto, y que por supuesto recomendamos a todos aquellos peregrinos que ya hicieron la bajada a Samos.
Km 3.2: Sancristobo do Real
Al dejar Triacastela, cogiendo la ruta que lleva a la población de Samos, asfaltada en su primer tramo, se puede observar la zona denominada Desfiladero de Penapartida por donde pasan la carretera y el río Oribio rodeados de peñascos y vegetación. Una vez se deja el asfalto se introduce uno en el Camino Real o del Oribio. Este segundo tramo de la ruta debe su nombre al hecho de que era el camino que utilizaban los reyes para acceder al monasterio.
Desfiladero de Penapartida |
Cuenta la leyenda que en este punto, la Virgen, en su peregrinación hacia Compostela, se encontró con una roca de grandes dimensiones que le impedía el paso y mandó bajar a los ángeles para que con un rayo la destruyeran, cosa que hicieron. De ahí su nombre; ya que dicha roca, ¿pena¿ en gallego, quedó partida para facilitar que la Virgen prosiguiera su peregrinación.
El recorrido discurre en un permanente descenso y muy pegado a la carretera en los tres primeros kilómetros, luego por angostas, pero atractiva senda se llega a Sancristobo.
Pueblo del que ya se tiene constancia en el siglo XII, que alberga un típico cementerio de la zona, un viejo molino, y el pazo y antigua herrería de Lusío, donde se fabricaron las rejas de la Catedral de Lugo.
La casa de Lesio es una Noble mansión solariega, con su blasón, de dos plantas con torre cuadrada, cornisa moldeada por toda la fachada.
Se encuentra dominando un alto con
bellos paisajes.
Casa fundada por Lope Vázquez de
Vilamexe y su esposa Leonor Alfonso de Balboa en 1551. Es la casa en la que
nació el matemático Vicente Vázquez Queipo, autor de la tabla de los
logaritmos.
Siguiendo el curso del río Oribio, partimos de San Cristobo do Real pasando al lado del cementerio. Durante un trecho la senda discurre por un encajado camino. Y sólo en este trecho tendremos que acometer un breve ascenso a Renche por una pista.
Km 4.8: Renche
Este enclave destaca además por su arquitectura de tipo popular y la vegetación que lo cubre, compuesta por especies autóctonas como robles, abedules y castaños.
El papa Paulo III, el 2 de abril de
1538, donó el templo al monasterio de Samos para que los monjes acudiesen con
el “sustento ordinario y vino a los peregrinos que pasaban en romería a visitar
el cuerpo del Apóstol”.
Actualmente es la iglesia parroquial,
con advocación a Santiago Apóstol. En su interior alberga una imagen de
Santiago peregrino.
De Renche a Samos es una prolongación de los tramos anteriores, continúa el descenso, bien señalizado, siguiendo el curso del valle, al tiempo que nos encontramos con pequeñas aldeas como Lastres, Freituxe y San Martiño do Real.
Freituxe
La primera vez que se hace referencia a
Freituxe, es en el testamento mayor del Obispo Odoario, en el que aparece como
Villa Fructuosi, en el año 747.
La iglesia parroquial fecha del s. XVII.
Edificio de planta rectangular y muros de cachotería, en loseta y alguna
cuarcita, enlucidos. La cubierta, la dos aguas, es de madera y loseta.
Atravesando un arco de medio punto peraltado, se accede, desde la nave, a la
capilla mayor, tras de la que está la sacristía que posee encima de la puerta
de entrada una escultura de S. Antón de Padua y dentro de ella otra de Santiago
Apostol.
En el altar mayor hay una talla del
Sagrado Corazón realizada por Magariños y nuestra señora de los Remedios y un
San José del siglo XVII y varias tallas más del mismo siglo. En el mismo
retablo mayor encontrará otra escultura de SANTIAGO, EN ESTE CASO ECUESTRE.
La proximidad de Samos se intuye pero no se descubre hasta que casi se tropieza con espectacular y sobrecogedor Monasterio. Sin duda es de los lugares que más impresionan al peregrino.
San Martiño de Lousada
Pero antes de entrar en Samos nos detendremos en la iglesia de San Martiño de Lousada
(Samos) que es una de las primeras manifestaciones del románico de la provincia.
A pesar de su valor, se encuentra en
estado de ruina y está cerrada al culto desde hace cuatro décadas.
Esta iglesia es un edificio de origen
románico de volumen sencillo y ornamentación austera. Posee un ábside cuadrado
y una nave principal rectangular a la que se arrima una nave lateral al norte,
separada por dos arcos de medio punto. Entre el altar mayor y la nave principal
hay un arco también de medio punto. Al norte del ábside se sitúa una sacristía.
La cubierta del presbiterio era a cuatro aguas, más alta que la de la nave
principal a dos aguas, configurada con el sistema de par e hilera en madera y
con loseta como acabado exterior.
Frente a la fachada principal existe un
cabildo a dos aguas a través del que se llega a la portada principal realizada
en cantería de granito y arco de medio punto superior. Otra puerta más sencilla
da acceso a la nave lateral. Los muros y los tres arcos interiores están
realizados en mampostería de loseta cubiertos de revocadura de cal. El
campanario de doble arco se eleva sobre la portada de la fachada principal. El
pavimento interior es de grandes pizarras negras de calidad. En el interior se
conserva una pila bautismal de granito, con cuenca y pilastra, así como restos
de pinturas murales de carácter popular en los arcos.
Km 8.8: Samos
En lo hondo de un valle encajado entre
montañas, se encuentra el gran monasterio de los Santos Julián y Basilisa de
Samos, uno de los cenobios más antiguos de España, fundado en el s. VI por san
Martín de Braga, el responsable de la conversión al catolicismo del pueblo
suevo.
Capilla del Salvador o del Ciprés
Se encuentra a unos
cien metros del monasterio y es el resto más antiguo que conserva éste.
Posiblemente se tratara de una celda monástica.
Su construcción en lajas de pizarra data
del final del siglo IX o principios de siglo X, de ahí que responde al estilo
mozárabe. Consta de dos cuerpos de planta ligeramente trapezoidal, nave y
cabecera. Un rasgo característico es que la puerta está situada en un lateral
sur cuya curvatura tiende a la forma de herradura.
En la fachada principal, mirando al río
Oribio, podemos apreciar una ventana de doble arco a la que le falta el
parteluz. En el interior resalta el arco triunfal elíptico que en sus formas
tiende a la de herradura y también hay que destacar sus pinturas al fresco de
influencia astur.
Casi adosado a la Capilla se encuentra
un gran ciprés milenario de 25 metros de altura y de unos 3,25 metros de
perímetro. Está considerado entre los 50 árboles más notables de España. Su
parche negro es causa de una herida ocasionada por un rayo.
Circula una leyenda que dice que la
herida fue ocasionada en 1.926 al prenderle fuego a un panal de abejas que, por
causas obvias, se quería eliminar del árbol. El parche cumple la doble función
de protección y de ayuda a la regeneración natural del árbol.
Fuente de las Nereidas
En el interior del Monasterio, en uno de sus claustros se encuentra esta fuente que choca por su temática pagana en un centro religioso.
Transcurren los hechos en la localidad
de Samos, donde en el claustro del monasterio se puede encontrar una fuente
formada por cuatro extrañas figuras femeninas con cuerpos de serpiente y cabeza
y pechos de mujer.
Así parece ser que, en una ocasión, la
autoridad eclesiástica, considerando que aquellas figuras no debían estar en un
lugar tan visible del monasterio, ordenó trasladarla a otro lugar.
Ya desmontada, al disponerse a
transportar las piezas, éstas de repente aumentaron de peso de tal manera que
no hubo forma de moverlas de allí.
Ante semejante situación, no quedó más
remedio que volver a reconstruir la fuente en el mismo sitio que estaba, para
lo cual milagrosamente recuperaron su peso normal, dejando claro que la fuente
no tenía intención de moverse del monasterio.
Km 12.7: Teiguín
Saliendo de Samos y con el río acompañándonos a la izquierda, dejamos atrás el monumento al peregrino para llegar a Teiguín, donde hay un área recreativa para comer al aire libre. Y la ermita de Sto Domingo de Silos.
Una de las constantes de este tramo son
las cuidadas sendas y pequeños parques, que aprovechando los remansos del río
se han construido como zonas de descanso. Una delicia para la vista y para el
espíritu.
Al poco de salir de Teiguín se puede
continuar por la calzada principal, o por una senda que surge a la derecha bien
señalizada. Es un andadero alejado de la Carretera que va al encuentro del
Camino de San Xil.
Esta opción es quizás más peregrina, por
supuesto menos peligrosa, ya que carece de tráfico, y además discurre por un
rosario de pequeñísimas aldeas, que son un auténtico placer.
Dichas pequeñas aldeas son por este
orden las siguientes: Pontenova, Pascais, Gorolfe, Veiga de Reiriz, Sivil y
Perros. Finaliza desembocando en el Camino que viene de San Xil a la altura de
San Mamede do Camiño.
El tramo, en ascenso, no ofrece mayores dificultades por estar bien señalizado hasta Pascais, en cuyo punto hay que seguir en línea con el cementerio hasta un camino que surge a la derecha y que, en cierto modo invierte el sentido para descender hasta un puente de cemento. La corredoira finaliza en un precioso paraje ribereño, el cual bordeamos hasta Gorolfe. A partir de ahí se toma una pista y por un valle abierto se llega a otra de cemento, que sigue a Veiga de Reiriz. Se cruza el río y por su margen derecha se alcanza Sivil. Lugar que se abandona en cuesta pero pronto llegamos a Perros y Aguiada, donde enlazamos con la otra ruta.
Pascais
Iglesia de Santa Eulalia
Iglesia románica del siglo XII en la cual lo más destacable es su retablo barroco de un solo cuerpo de tres encasillamientos, ático con hornacina y columnas salomónicas de racimos.
Del románico conserva el ábside y su lado norte además de una puerta de arco de medio punto.
La nave es elevada, amplia y cubierta a dos aguas. Más tarde le adjuntaron
un espacio de forma rectangular y una sacristía. Dedica sus imágenes a Santa
Eulalia, La inmaculada, San Benito y San Pedro.
Gorolfe
Vega de Reiriz
Nada más dejar atrás las casas de A
Veiga y escasos metros antes de atravesar A Ponte da Veiga, en la margen
izquierda del Camino nos encontramos éste singular peto de Ánimas.
En Galicia los petos de Ánimas tienen la
finalidad de ofrecer limosnas de todo tipo a las Animas del Purgatorio.
En este caso, no dispone de hucha y
tampoco se representan las almas en el fuego del purgatorio, como es frecuente
ver en otros petos, si está presente la figura que las vela.
Sivil
Km 16.7: Ayan
El Camino se despista un poco del curso del río, para dirigirse, a caballo de la carretera hacia Ayán. Sigue siendo un ligero descenso al tiempo que alterna con pequeños atajos y caminos cercanos a la calzada.
Km 21.5: Sarria
Como ya hemos señalado, este tramo es para aquellos que han optado caminar por la carretera. Quizás es menos agradable, por ser algo más árido y porque el acceso a las ciudades por sus zonas periféricas y más transitadas, siempre son menos atractivas.
Pero estamos completamente seguros, que tanto si se decide seguir esta opción como tomar la referida en el tramo anterior, cualquiera de las dos, por supuesto nos llevan a Sarria, y ambas significan seguir disfrutando del maravilloso paisaje que, prácticamente en descenso, se viene disfrutando desde O Cebreiro.
De la Villa de Sarriá, hay que destacar el casco viejo, que ocupa la ladera del un «outerio», en cuyo lugar y en la antigüedad más remota hubo un asentamiento romano. Posteriormente fue repoblada por el Rey Alfonso IX y durante la Edad Media establecieron su sede en el castillo los señores feudales Condes de Sarriá.