El Monasterio de Samos es Historia y Arte, expresiones
externas de una vivencia espiritual que ha latido dentro de los muros de esta
abadía a lo largo de catorce siglos.
Lo más importante es que una Comunidad de monjes sigue celebrando los Divinos Oficios, siguiendo la Regla del patriarca San Benito, bajo la protección de los Mártires en este estrecho valle de Samos, siendo probablemente el monasterio habitado más antiguo de España.
La vocación monástica ha servido y continúa sirviendo para encauzar el anhelo humano de hallar a Dios, de comunicarse con él en la soledad, y para preocuparse por el destino eterno de toda la humanidad. Un monasterio es un testimonio mudo y elocuente de la trascendencia del ser humano.
Fachada
de la Iglesia
Lo que más impresiona al
visitante al contemplar la fachada principal es la portada barroca de su
iglesia, que se presenta como un gran rectángulo dividido en dos cuerpos y tres
calles.
Cuatro columnas dóricas sobre recios pedestales ennoblecen y custodian la
puerta y la abarrocada hornacina superior, que alberga una imagen de san
Benito, obra del escultor Ferreiro. Las calles laterales avanzan, respecto a la
central, para resaltar de este modo el primer cuerpo de sus torres. En su
reducido interpilastrado se abren una ventana rectangular con tambanillo curvo
y, superpuesto a ella, un ojo de buey con afiligranada orla.
La calle principal, en su segundo cuerpo, exhibe un gran óculo central
flanqueado por dos pares de columnas; y, en simétrica posición, dos hornacinas
con las imágenes de san Julián y santa Basilisa, patronos del monasterio. Las
dos calles laterales de esta planta retroceden para destacar de manera visible
el segundo cuerpo de sus torres. Sobre la cornisa que divide la fachada, se
asienta una balaustrada. El campanario es de estructura cuadrada, con un arco
de medio punto en sus tres frentes. Cierra la fachada un moldurado y rico
entablamento.
Con el paso de los siglos, la vida sencilla y austera de los primeros monjes
fue cobrando importancia dentro de la Iglesia y de la sociedad. Nada se
conserva de la primitiva época del rey asturiano Fruela I, del siglo VIII, que
ofreció al abad Argerico el monasterio, abandonado por un pequeño espacio de
tiempo por sus moradores, a causa de la invasión musulmana.
Claustro
grande y monumento al P. Feijóo
Las edificaciones que hoy contemplamos, no son las más antiguas. Una vez cruzado el umbral de la portada principal, nos hallamos en el claustro del P.Feijoo, comenzado a finales del siglo XVII. Debido a la situación de la antigua iglesia románica, no se concluyó hasta mediados del siglo XVIII. La sobriedad clásica de su ornamentación arquitectónica, propia de la etapa purista, se presta a una ambigua filiación artística, que duda entre el renacimiento y el barroco.
Padre Feijoo |
Claustro
gótico o de las Nereidas
Un amplio arco carpanel nos pone en comunicación con el segundo
claustro, más antiguo y recoleto: el claustro gótico o de las Nereidas. Fue
construído sobre las ruinas del anterior de estilo románico, destruído por un
incendio a mediados del siglo XVI.
El contraste con el claustro de Feijoo es muy notable. De una bóveda de arista caleada, sin ornamentación alguna, se pasa a otra de piedra muy trabajada, con nervadura y abundantes claves.
Es de planta cuadrada como el primero, pero de menores proporciones, ya que sus crujías miden unos 34 metros de largo. La clave con el busto de San Benito, en el tramo de bóveda situado ante la puerta del refectorio, nos muestra la fecha de su comienzo:1562. término: ACABOSE EL AÑO 1582. el nombre del arquiteto o maestro de obras aparece en la inmediata: PEDRO RODRIGUES NATURAL DE MONFORTE. Estos datos se refieren únicamente a la planta baja.
Las modalidades estéticas que observamos en la bóveda de este claustro, concuerdan perfectamente con la datación documental. La bóveda de crucería estrellada consta de cinco claves. Reciben su nervadura en apretado haz unas variadas ménsulas a modo de capitel.
La ornamentación de sus claves es muy variada. Las cinco historiadas, del tramo de bóveda que corresponde a la entrada del refectorio, representan: la central, el escudo del monasterio; y las cuatro restantes, san Benito, su hermana santa Escolástica, y los patronos de la abadía, santos Julián y Basilisa. Como dato curioso de picaresca medieval, existe una clave cuya inscripción, en forma jeroglífica, dice: QUE MIRAS BOBO.
En el patio, para resistir el empuje de las bóvedas, están adosados al muro gruesos contrafuertes. Una escalonada imposta, cerrando la planta, une los estribos y a la vez encuadra los arcos que dan luz y alegría a este claustro. La desigual distribución de los contrafuertes, debida a la variable longitud de los tramos de bóveda contrarrestados, origina la diversa amplitud de los arcos. Su curvatura de moldurada arquivolta varía de la ojiva equilátera al semicírculo, y descansa sobre ancho pretil mediante su prolongación rectilínea.
Fuente de la Nereidas
Accedamos al jardín, símbolo del Paraíso, en cuyo centro podemos admirar la hermosa fuente de las Nereidas, ideada por el P. Juan Vázquez, monje de esta Casa, de comienzos del siglo XVIII.
Este claustro de proporciones más acogedoras que el anterior, sustituyó al
románico.
Escalera
neogótica
Entre los contrafuertes románicos podemos ver una pintura al
fresco, obra reciente del pintor catalán Juan Parés, símbolo del ofrecimiento
del monasterio a la Virgen María.
Se trata de una hermosa escalera labrada en piedra, con antepecho de artístico calado. A sus pies, se halla un busto del benedictino gallego P. Rosendo Salvado, apóstol de Australia, esculpido por Francisco Asorey.
Biblioteca
En el lado opuesto, una puerta con una lapidaria inscripción
latina nos señala el lugar de la biblioteca.
Al volver los monjes al monasterio en 1880, se preocuparon mucho por crear de
nuevo una buena biblioteca, y lo consiguieron. Como se trata de lugar de
silencio y estudio, no se visita.
El monasterio benedictino de Samos contó, desde el siglo XII, con una botica monacal que fue punto de referencia, en la curación de males y dolencias, para más de 15.000 almas en la comarca lucense de Sarria.
La botica de Samos, al igual que las de otros centros monacales gallegos, era un servicio esencial en el monasterio y estaba muy bien provista de hierbas y plantas medicinales para auxiliar a los monjes, a los usuarios del antiguo hospital de peregrinos y a la población de la jurisdicción del cenobio.
Alambiques, matraces, albarelos, botes, morteros, almireces, tamices, espátulas, pesos y básculas, junto con libros de fórmulas para emplastos y farmacopea, acompañados de muestras de hierbas y plantas medicinales, en una cuidada recreación de la botica del siglo XVII, volverán a cobrar protagonismo en la abadía samonense.
Pinturas
Murales
Si pasamos de este claustro al del P. Feijoo y subimos al primer
piso, podemos contemplar unas pinturas murales sobre la vida de san Benito.
En 1951 un voraz incendio destruye los cuadros que
adornaban las paredes de los claustros altos. Por eso, a partir de 1957,
cuatro pintores intervienen en ellas: José Luis Rodríguez, Enrique Navarro,
Celia Rodríguez Cortés y Juan Parés. Sus estilos son distintos, y las técnicas
empleadas también: temple al huevo, óleo, pintura acrílica y fresco.
La obra de José Luis se caracteriza por la fuerza expresiva y escultórica de
sus figuras: Nacimiento de san Benito y sus primeros pasos en la vida
monástica.
La monfortina Celia Cortés nos recuerda, con su pintura mural, el incendio
imaginario con que el diablo intentaba atemorizar a los monjes. Es curiosa la
perspectiva del claustro, pues varía según el punto de mira del espectador.
El vivo colorido y el acentuado realismo de los murales siguientes corresponden
al trabajo del madrileño Enrique Navarro: Milagro de santa Escolástica mientras
se hallaba en conversación espiritual son su hermano san Benito, con otras
escenas acaecidas en Montecasino.
Si perseguimos la contemplación de las pinturas del claustro veremos: curación
de un endemoniado; san Benito escribiendo su Regla; curación de un leproso.
Otra nueva pintura, La apoteosis de la Regla benedictina, con el santo
entregando la Regla, nos sorprende con los retratos de conocidos personajes.
Entre ellos veremos al difunto abad del monasterio P. Mauro Gómez Pereira, que
con su tesón hizo posible la restauración del mismo tras el incendio de 1951, a
D. Antonio Ona de Echave, anterior obispo de Lugo y al monje D. Juan Monleón,
arquitecto restaurador de la abadía.
Por último, dos representaciones más evocan la muerte del santo entre las manos
de sus discípulos. La de menores proporciones, es un delicado fresco del
catalán Juan Parés.
El Signo recibe su nombre de la seña que da el abad en este
lugar para entrar comunitariamente en la iglesia, es un recinto que consta de
cuatro tramos de bóveda estrellada de estilo gótico similar a la del claustro
de las Nereidas.
Bajo un ventanal curvo, podemos admirar una hermosa fuente barroca para el
lavatorio de las manos, prescrito al sacerdote antes de celebrar la Misa.
La sacristía, construída durante el último cuarto del siglo XVIII es de planta
octogonal en su interior. Se presenta cubierta por una cúpula semiesférica con
airoso cupulino, y adopta la forma de cimborrio octogonal en su exterior.
La bóveda gallonada con casetones descansa sobre un tambor. Sostienen la
cúpula, mediante un entablamento, arcos de medio punto volteados sobre recios
pilares. Las pechinas están decoradas con unos triángulos curvos de madera con
figuras en alto relieve, que representan a Jesucristo y las virtudes teologales
(fe, esperanza y caridad) y cardinales (justicia, prudencia, fortaleza y
templanza).
Ocupa el centro de la misma una hermosa mesa policromada del siglo XVIII, de
diseño octogonal en consonancia con el plano de la sacristía y decididamente
barroca.
Preside un retablo que custodia algunas de las reliquias del Monasterio, entre
ellas un antiquísimo Lignum Crucis, una espina de la Corona del Señor, el fémur
de San Benito, etc.
La
Iglesia Monacal
El templo monacal, majestuoso edificio del siglo XVIII,
obra del monje samonense P. Juan Vázquez, OSB, es de estilo barroco,
aunque le caracteriza su sobriedad clásica.
La nave principal y el crucero, en cuyo centro se yergue la cúpula, forman
externamente una cruz latina erigida sobre el vasto rectángulo de ocho
vertientes en su exterior, luce en lo alto un remate macizo en forma de
linterna.
Fue costumbre litúrgica y arquitectónica española que en las catedrales e
iglesias monasteriales estuviera el coro en la nave central. Así era en Samos.
Pero en 1970 se trasladó la sillería al presbiterio, adelantando el altar mayor
al crucero. La Iglesia ganó en visibilidad y amplitud. No hay otra semejante en
la provincia de Lugo.
Consta de tres naves. La central es de mayor altura y anchura que las dos
laterales. El alzado del templo se ordena, en su nave principal, mediante
pilastras dóricas de festón vertical, que comprenden en su interpilastrado
inferior arcos de medio punto sobre impostas. En la parte superior, se abren
unas tribunas con arco de medio punto y barandilla de hierro forjado.
Por último, enlaza las pilastras un sólido entablamento, sobre el que voltea una bóveda de cañón cassetonada. Cada tramo abovedado ilumina con dos lunetos la nave principal. En el crucero, una cúpula gallonada con casetones en el intradós y con anillo muy adornado descansa sobre un tambor.
Las pechinas están adornadas con los cuatro altos relieves pétreos de los santos doctores marianos benedictinos: Anselmo, Bernardo, Ildefonso y Ruperto. Completan la iluminación de la parte central de la iglesia tres grandes óculos, en la fachada y en ambos testeros del crucero.
Las naves laterales, separadas de la central por gruesos pilares, se abren a ella a través de amplias arcadas. Son de bóveda de arista y comprenden tramos hasta el crucero.
Dignos de consideración son los retablos y sus esculturas, entre los que destacan las obras de Francisco de Moure (1577-1636) y de José Ferreiro (1738-1830). Mención expresa merecen tres esculturas del primero: la inmaculada, san Juan Bautista y la Virgen Dolorosa. Del segundo es el retablo mayor, excelente obra neoclásica, con la escultura de san Julián en el arco central. Un rompimiento de gloria a lo Bernini figura el cielo, hacia el cual dirige el santo su extática mirada.
El año 2016 la Comunidad de Mayaguez, en Puerto Rico, dependiente de Samos, restauró el Retablo Mayor y se volvió a colocar el altar antiguo, con sus gradas y frontal, tal como fue concebido por el autor y como estuvo hasta el Concilio Vaticano II.
Digno de mención es el soberbio órgano, con casi 4000 tubos, de los mayores de Galicia.
Albergue de Peregrinos
Si busca alguna comodidad extra puede optar por hospedarse en la Hospederia
interna (sólo varones y reservando anticipadamente) o en alguno de los
excelentes hoteles o albergues que hay en el pueblo.
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Hospederías externa e interna permanecerán cerrados hasta nuevo aviso.
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