jueves, 22 de octubre de 2020

MONASTERIO DE SAMOS

 


  ituado junto al río Sarria, que roza sus muros, atrae la atención del visitante no sólo por sus vastas proporciones, sino, sobre todo por sus sólidos y austeros edificios, construídos con mampostería de pizarra. La rusticidad y la sencillez de los muros exteriores contrastan con la nobleza y la elegancia de sus claustros de piedra de granito.



   Integran el complejo monástico dos claustros de dimensión desigual, unidos entre sí y flanqueados por achatados torreones. Adosados al claustro grande por la parte noroeste, se encuentran su magnífica iglesia y su esbelta sacristía. Tres estilos arquitectónicos intervienen en su construcción y ornato: gótico, renacimiento y barroco. Solamente se conservan como reliquias de un pasado multisecular, una portada y otros elementos aislados del período románico.
   Los monjes del monasterio son benedictinos. No sabemos con certeza en qué momento aceptó la Regla de san Benito, posiblemente a mediados del siglo X. Por una lápida, sabemos que a mediados del siglo VII el obispo de Lugo Ermefredo lo restaura.
  Monasterio de Sámanos, así lo llamaron durante varios siglos. Este nombre de ascendencia visigótica, con el paso del tiempo, quedaría reducido al de Samos.
   Samos es el Monasterio habitado más antiguo de España, lugar santo y venerabilísimo.

   El Monasterio de Samos es Historia y Arte, expresiones externas de una vivencia espiritual que ha latido dentro de los muros de esta abadía a lo largo de catorce siglos.

   Los acontecimientos de su comunidad llevados a cabo por sus superiores o por un reducido número de monjes, no pueden reflejar la labor diaria y la ascesis callada del monje anónimo: la mayoría de los conventuales.
   Oración y Trabajo es su lema, que a través de los siglos tuvo su proyección espiritual y social. Siete obispos salieron de sus claustros y varios monjes destacaron por su saber, en especial el P. Maestro Benito Jerónimo Feijoo.
   Lo más importante es que una Comunidad de monjes sigue celebrando los Divinos Oficios, siguiendo la Regla del patriarca San Benito, bajo la protección de los Mártires en este estrecho valle de Samos, siendo probablemente el monasterio habitado más antiguo de España.
   La vocación monástica ha servido y continúa sirviendo para encauzar el anhelo humano de hallar a Dios, de comunicarse con él en la soledad, y para preocuparse por el destino eterno de toda la humanidad. Un monasterio es un testimonio mudo y elocuente de la trascendencia del ser humano.

Fachada de la Iglesia
   Lo que más impresiona al visitante al contemplar la fachada principal es la portada barroca de su iglesia, que se presenta como un gran rectángulo dividido en dos cuerpos y tres calles.


   Y le causará extrañeza la horizontalidad de su terminación, por la carencia de frontón o de ático central y del tercer cuerpo de sus torres. Esto imprime un sello peculiar a esta portada, que, si bien le resta esbeltez, no logra sustraerle majestuosidad y belleza. Le precede una señorial escalera, del siglo XVIII, inspirada en la del Obradoiro de Santiago de Compostela.

   Cuatro columnas dóricas sobre recios pedestales ennoblecen y custodian la puerta y la abarrocada hornacina superior, que alberga una imagen de san Benito, obra del escultor Ferreiro. Las calles laterales avanzan, respecto a la central, para resaltar de este modo el primer cuerpo de sus torres. En su reducido interpilastrado se abren una ventana rectangular con tambanillo curvo y, superpuesto a ella, un ojo de buey con afiligranada orla.

   La calle principal, en su segundo cuerpo, exhibe un gran óculo central flanqueado por dos pares de columnas; y, en simétrica posición, dos hornacinas con las imágenes de san Julián y santa Basilisa, patronos del monasterio. Las dos calles laterales de esta planta retroceden para destacar de manera visible el segundo cuerpo de sus torres. Sobre la cornisa que divide la fachada, se asienta una balaustrada. El campanario es de estructura cuadrada, con un arco de medio punto en sus tres frentes. Cierra la fachada un moldurado y rico entablamento.

   Con el paso de los siglos, la vida sencilla y austera de los primeros monjes fue cobrando importancia dentro de la Iglesia y de la sociedad. Nada se conserva de la primitiva época del rey asturiano Fruela I, del siglo VIII, que ofreció al abad Argerico el monasterio, abandonado por un pequeño espacio de tiempo por sus moradores, a causa de la invasión musulmana.



Claustro grande y monumento al P. Feijóo

   Un amplio jardín ambienta el severo recinto, presidido en su centro por el monumento al P. Benito Feijoo.

   

   Las edificaciones que hoy contemplamos, no son las más antiguas. Una vez cruzado el umbral de la portada principal, nos hallamos en el claustro del P.Feijoo, comenzado a finales del siglo XVII. Debido a la situación de la antigua iglesia románica, no se concluyó hasta mediados del siglo XVIII. La sobriedad clásica de su ornamentación arquitectónica, propia de la etapa purista, se presta a una ambigua filiación artística, que duda entre el renacimiento y el barroco.

   Es uno de los claustros de mayores dimensiones de España, con unos 54 metros y medio de lado. Consta de tres plantas. Recias pilastras dóricas sobre pedestales, con su entablamento partido, dividen en tramos las dos primeras. Las pilastras que limitan los tramos de la tercera, se hallan unidas por la cornisa del tejado.

   Aligeran la planta baja arcos de medio punto sobre impostas, con grueso pretil entre sus pilares. Una imposta separa la primera planta de la segunda, de lienzo liso en el que se abren ventanas de sencillo marco. Una volada cornisa sirve de base a la tercera que alegra sus interpilastros con arcos carpaneles sostenidos por columnillas jónicas.

   De arista es la bóveda de la planta baja, y únicamente presenta piedra de cantería al apoyarse en el muro. Varios recuerdos arqueológicos, lápidas y escudos de piedra han sido incrustados, con posterioridad, en sus paredes: una clave de arco con una cruz de tipo asturiano; un fragmento de un escudo de la abadía; lapida Regium Cenobium, testimonio de la restauración de 1541.

   Además ostenta dos escudos reales, que pertenecieron a otras edificaciones: el de Carlos V como rey de España, y el de los austrias, a partir de Felipe II. También presenta una lápida sepulcral del abad de Samos y luego obispo auxiliar de Plasencia, P. Alonso García de Losada, muerto en 1684, que nos recuerda que varios monjes samonenses alcanzaron la dignidad episcopal: tres durante el siglo XVII, y tres en las dos centurias siguientes.
La efigie del ilustre polígrafo benedictino sobre el recio pedestal cúbico, de pie y apoyado en un sillón mientras en su mano izquierda sostiene una antorcha, entona perfectamente con la sobriedad arquitectónica del conjunto. Esta obra del escultor gallego Francisco Asorey fue inaugurada en 1947 y fue mudo testigo del incendio de 1951.

   La comunidad samonense, a finales del siglo XVII, despliega una intensa actividad cultural y religiosa, en decidida ascensión hacia la cumbre de su historia en el siglo XVIII. La mayoría de sus abades poseen grados académicos e incluso algunos han regentado cátedras de filosofía y teología en colegios benedictinos. Tres obispos y tres catedráticos de la Universidad de Salamanca salen de sus claustros.
Padre Feijoo

   Pero el monje más preclaro de la abadía por su ciencia es el P.Feijoo, gloria y honra del saber enciclopédico de su tiempo, consejero favorito de los Reyes de España. Con sus obras Teatro Crítico Universal y Cartas Eruditas, se proponía combatir los errores del vulgo y elevar el nivel cultural del clero diocesano y del conjunto de España. Su amor y agradecimiento a Samos, su casa de profesión, quedó patente en sus obras y a lo largo de toda su vida.

Claustro gótico o de las Nereidas

   Un amplio arco carpanel nos pone en comunicación con el segundo claustro, más antiguo y recoleto: el claustro gótico o de las Nereidas. Fue construído sobre las ruinas del anterior de estilo románico, destruído por un incendio a mediados del siglo XVI.

   El contraste con el claustro de Feijoo es muy notable. De una bóveda de arista caleada, sin ornamentación alguna, se pasa a otra de piedra muy trabajada, con nervadura y abundantes claves.



   Es de planta cuadrada como el primero, pero de menores proporciones, ya que sus crujías miden unos 34 metros de largo. La clave con el busto de San Benito, en el tramo de bóveda situado ante la puerta del refectorio, nos muestra la fecha de su comienzo:1562. término: ACABOSE EL AÑO 1582. el nombre del arquiteto o maestro de obras aparece en la inmediata: PEDRO RODRIGUES NATURAL DE MONFORTE. Estos datos se refieren únicamente a la planta baja.

   Las modalidades estéticas que observamos en la bóveda de este claustro, concuerdan perfectamente con la datación documental. La bóveda de crucería estrellada consta de cinco claves. Reciben su nervadura en apretado haz unas variadas ménsulas a modo de capitel.

    La ornamentación de sus claves es muy variada. Las cinco historiadas, del tramo de bóveda que corresponde a la entrada del refectorio, representan: la central, el escudo del monasterio; y las cuatro restantes, san Benito, su hermana santa Escolástica, y los patronos de la abadía, santos Julián y Basilisa. Como dato curioso de picaresca medieval, existe una clave cuya inscripción, en forma jeroglífica, dice: QUE MIRAS BOBO.

  En el patio, para resistir el empuje de las bóvedas, están adosados al muro gruesos contrafuertes. Una escalonada imposta, cerrando la planta, une los estribos y a la vez encuadra los arcos que dan luz y alegría a este claustro. La desigual distribución de los contrafuertes, debida a la variable longitud de los tramos de bóveda contrarrestados, origina la diversa amplitud de los arcos. Su curvatura de moldurada arquivolta varía de la ojiva equilátera al semicírculo, y descansa sobre ancho pretil mediante su prolongación rectilínea.

Fuente de la Nereidas

   Accedamos al jardín, símbolo del Paraíso, en cuyo centro podemos admirar la hermosa fuente de las Nereidas, ideada por el P. Juan Vázquez, monje de esta Casa, de comienzos del siglo XVIII.


   Las cuatro nereidas que leve y graciosamente se cimbrean en su parte inferior, le imprimen una nota barroca muy peculiar. A muchos visitantes les extraña esta temática e incluso la ven poco apropiada para un lugar religioso. No podemos olvidar que la mitología pagana era un tema de moda en aquel siglo. En la mismísima Roma encontramos múltiples ejemplos.

   Este claustro de proporciones más acogedoras que el anterior, sustituyó al románico.


Escalera neogótica

   Entre los contrafuertes románicos podemos ver una pintura al fresco, obra reciente del pintor catalán Juan Parés, símbolo del ofrecimiento del monasterio a la Virgen María.


   A continuación, un gran arco renacentista da paso a una escalera inspirada en el estilo gótico, que comunica con las dos plantas superiores. Fue diseñada por D. Juan Monleón, monje de la comunidad, y sustituye a la antigua, al quedar muy deteriorada después del incendio de 1951.



   Se trata de una hermosa escalera labrada en piedra, con antepecho de artístico calado. A sus pies, se halla un busto del benedictino gallego P. Rosendo Salvado, apóstol de Australia, esculpido por Francisco Asorey.

Biblioteca

   En el lado opuesto, una puerta con una lapidaria inscripción latina nos señala el lugar de la biblioteca.


   Un monasterio sin biblioteca es como un campamento sin armas. Muchas son las vicisitudes que ha sufrido a través de la historia. La más funesta sucedió en 1835 con la expulsión de los monjes, decretada por el gobierno liberal de Mendizábal. La mayoría de sus libros fue trasladada a Lugo, y pasó a formar parte del fondo primitivo de la Biblioteca Pública.


   Al volver los monjes al monasterio en 1880, se preocuparon mucho por crear de nuevo una buena biblioteca, y lo consiguieron. Como se trata de lugar de silencio y estudio, no se visita.




Botica

   El monasterio benedictino de Samos contó, desde el siglo XII, con una botica monacal que fue punto de referencia, en la curación de males y dolencias, para más de 15.000 almas en la comarca lucense de Sarria.


   La botica de Samos, al igual que las de otros centros monacales gallegos, era un servicio esencial en el monasterio y estaba muy bien provista de hierbas y plantas medicinales para auxiliar a los monjes, a los usuarios del antiguo hospital de peregrinos y a la población de la jurisdicción del cenobio.


  Alambiques, matraces, albarelos, botes, morteros, almireces, tamices, espátulas, pesos y básculas, junto con libros de fórmulas para emplastos y farmacopea, acompañados de muestras de hierbas y plantas medicinales, en una cuidada recreación de la botica del siglo XVII, volverán a cobrar protagonismo en la abadía samonense.


Pinturas Murales

   Si pasamos de este claustro al del P. Feijoo y subimos al primer piso, podemos contemplar unas pinturas murales sobre la vida de san Benito.

   En 1951 un voraz incendio destruye los cuadros que adornaban las paredes de los claustros altos. Por eso, a partir de 1957, cuatro pintores intervienen en ellas: José Luis Rodríguez, Enrique Navarro, Celia Rodríguez Cortés y Juan Parés. Sus estilos son distintos, y las técnicas empleadas también: temple al huevo, óleo, pintura acrílica y fresco.

   La obra de José Luis se caracteriza por la fuerza expresiva y escultórica de sus figuras: Nacimiento de san Benito y sus primeros pasos en la vida monástica.

   La monfortina Celia Cortés nos recuerda, con su pintura mural, el incendio imaginario con que el diablo intentaba atemorizar a los monjes. Es curiosa la perspectiva del claustro, pues varía según el punto de mira del espectador.

   El vivo colorido y el acentuado realismo de los murales siguientes corresponden al trabajo del madrileño Enrique Navarro: Milagro de santa Escolástica mientras se hallaba en conversación espiritual son su hermano san Benito, con otras escenas acaecidas en Montecasino.
   
  Si perseguimos la contemplación de las pinturas del claustro veremos: curación de un endemoniado; san Benito escribiendo su Regla; curación de un leproso.

   Otra nueva pintura, La apoteosis de la Regla benedictina, con el santo entregando la Regla, nos sorprende con los retratos de conocidos personajes. Entre ellos veremos al difunto abad del monasterio P. Mauro Gómez Pereira, que con su tesón hizo posible la restauración del mismo tras el incendio de 1951, a D. Antonio Ona de Echave, anterior obispo de Lugo y al monje D. Juan Monleón, arquitecto restaurador de la abadía.

   Por último, dos representaciones más evocan la muerte del santo entre las manos de sus discípulos. La de menores proporciones, es un delicado fresco del catalán Juan Parés.


El Signo y la Sacristía

   El Signo recibe su nombre de la seña que da el abad en este lugar para entrar comunitariamente en la iglesia, es un recinto que consta de cuatro tramos de bóveda estrellada de estilo gótico similar a la del claustro de las Nereidas.


   En el siglo XVIII  esta antigua bóveda, fue trasladada de otro lugar. Unas pinturas al fresco de Juan Parés decoran sus muros con escenas de la vida de Jesucristo.

Bajo un ventanal curvo, podemos admirar una hermosa fuente barroca para el lavatorio de las manos, prescrito al sacerdote antes de celebrar la Misa.
   La sacristía, construída durante el último cuarto del siglo XVIII es de planta octogonal en su interior. Se presenta cubierta por una cúpula semiesférica con airoso cupulino, y adopta la forma de cimborrio octogonal en su exterior.

   La bóveda gallonada con casetones descansa sobre un tambor. Sostienen la cúpula, mediante un entablamento, arcos de medio punto volteados sobre recios pilares. Las pechinas están decoradas con unos triángulos curvos de madera con figuras en alto relieve, que representan a Jesucristo y las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) y cardinales (justicia, prudencia, fortaleza y templanza).

  Ocupa el centro de la misma una hermosa mesa policromada del siglo XVIII, de diseño octogonal en consonancia con el plano de la sacristía y decididamente barroca.

  Preside un retablo que custodia algunas de las reliquias del Monasterio, entre ellas un antiquísimo Lignum Crucis, una espina de la Corona del Señor, el fémur de San Benito, etc.

 

La Iglesia Monacal

   El templo monacal, majestuoso edificio del siglo XVIII, obra del monje samonense P. Juan Vázquez, OSB, es de estilo barroco, aunque le caracteriza su sobriedad clásica.


   Llama la atención por su luminosidad y grandeza , austeridad de líneas y proporcionadas dimensiones.

La nave principal y el crucero, en cuyo centro se yergue la cúpula, forman externamente una cruz latina erigida sobre el vasto rectángulo de ocho vertientes en su exterior, luce en lo alto un remate macizo en forma de linterna.

   Fue costumbre litúrgica y arquitectónica española que en las catedrales e iglesias monasteriales estuviera el coro en la nave central. Así era en Samos. Pero en 1970 se trasladó la sillería al presbiterio, adelantando el altar mayor al crucero. La Iglesia ganó en visibilidad y amplitud. No hay otra semejante en la provincia de Lugo.
   Consta de tres naves. La central es de mayor altura y anchura que las dos laterales. El alzado del templo se ordena, en su nave principal, mediante pilastras dóricas de festón vertical, que comprenden en su interpilastrado inferior arcos de medio punto sobre impostas. En la parte superior, se abren unas tribunas con arco de medio punto y barandilla de hierro forjado.



 
  Por último, enlaza las pilastras un sólido entablamento, sobre el que voltea una bóveda de cañón cassetonada. Cada tramo abovedado ilumina con dos lunetos la nave principal. En el crucero, una cúpula gallonada con casetones en el intradós y con anillo muy adornado descansa sobre un tambor.
Las pechinas están adornadas con los cuatro altos relieves pétreos de los santos doctores marianos benedictinos: Anselmo, Bernardo, Ildefonso y Ruperto. Completan la iluminación de la parte central de la iglesia tres grandes óculos, en la fachada y en ambos testeros del crucero.



   Las naves laterales, separadas de la central por gruesos pilares, se abren a ella a través de amplias arcadas. Son de bóveda de arista y comprenden tramos hasta el crucero.
Dignos de consideración son los retablos y sus esculturas, entre los que destacan las obras de Francisco de Moure (1577-1636) y de José Ferreiro (1738-1830). Mención expresa merecen tres esculturas del primero: la inmaculada, san Juan Bautista y la Virgen Dolorosa. Del segundo es el retablo mayor, excelente obra neoclásica, con la escultura de san Julián en el arco central. Un rompimiento de gloria a lo Bernini figura el cielo, hacia el cual dirige el santo su extática mirada.

   El año 2016 la Comunidad de Mayaguez, en Puerto Rico, dependiente de Samos, restauró el Retablo Mayor y se volvió a colocar el altar antiguo, con sus gradas y frontal, tal como fue concebido por el autor y como estuvo hasta el Concilio Vaticano II. 



   Digno de mención es el soberbio órgano, con casi 4000 tubos, de los mayores de Galicia.


Albergue de Peregrinos

   El monasterio desde hace siglos ofrece al peregrino un albergue donde pernoctar, abierto todo el año. No se cobra por ello. Con los donativos del peregrino se ayuda a los gastos de luz, limpieza... Muy austero. Un techo, un lecho limpio, agua caliente para ducharse. Nada más. Y la posibilidad de asistir a Misa y recibir la bendición del peregrino. Nada menos.


   Si busca alguna comodidad extra puede optar por hospedarse en la Hospederia interna (sólo varones y reservando anticipadamente) o en alguno de los excelentes hoteles o albergues que hay en el pueblo.

Ultreya, ultra, eia!
 
NOTA BENE. Debido a la pandemia, el Albergue, así como las Hospederías externa e interna permanecerán cerrados hasta nuevo aviso. Posiblemente hasta marzo de 2021. 


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