martes, 19 de septiembre de 2017

Etapa Saint Jean Pied de Port-Roncesvalles

  
omenzamos la descripción de las etapas de primer tramo del Camino de Santiago, tal y como han sido, relatadas por los propios peregrinos e ilustrada con mapas y perfiles del Endomondo y fotografías propias.
Esta primera etapa estará relatada por Isidro y en ella participaron Daniel y el mismo solamente, el resto hicimos turismo en Saint Pied de Port y los esperamos a su llegada en Roncesvalles.

  1ª Etapa: Saint Jean Pied de Port-Roncesvalles (2 de Septiembre 2017) 24,67 kms.
 
   Todas las guías, tanto oficiales como oficiosas, consideran a esta primera etapa como la más dura del Camino Francés; así que nos íbamos a enfrentar a ella con el conocimiento de la gran dificultad que tenía y el desconocimiento de cómo íbamos a superarla.
   Los prolegómenos de la misma, en Roncesvalles, fueron tranquilos a pesar de las indicaciones de Vicente que creo que para animarnos se llegó a inventar hasta lo de los lobos en el hayedo de Ibañeta. No los vimos.

  El traslado desde Roncesvalles a San Jean presagiaba lo que iba a ser la etapa, una ligera lluvia empezó a caer dándonos a entender lo que se avecinaba.
  Llegamos a San Jean, bonito pueblo medieval. Del encanto del pueblo, sus calles empedradas y sus tiendas podrán dar su opinión los demás, Dani y yo bastante teníamos, después de desayunar el consabido croissant de ponernos a caminar, que las rampas empezaban en el propio pueblo.
 

   Una flecha, la primera, sobre el suelo empedrado nos indicaba la dirección a seguir para empezar el Camino. Las perspectivas climatológicas no eran las mejores, así que pertrechados del imprescindible “poncho” iniciamos nuestra andadura hacia Roncesvalles.
 
   En las calles del mismo San Jean, empezaban las cuestecitas, poco a poco las íbamos sorteando hasta encontrarnos con la primera bifurcación, la que va por Valcarlos, que permanece abierta durante el invierno, ya que la del alto de Lepoeder la cierran.
 
 

   La carretera va zigzagueando para salvar los cerros constantemente, la niebla y la lluvia, junto con el viento nos están machacando continuamente. Atravesamos una pequeña aldea, Hunto, y empezamos aquí la subida al pico de Orisson (joeee con el piquito) donde nos han dicho que se encuentra el ultimo albergue. Desde aquí hasta Roncesvalles solamente agua, viento y niebla.

 
   Nos tomamos un cafetito, para reponer fuerzas y seguimos nuestra ascensión. La Virgen de Biakorre la divisamos ( mejor dicho la intuimos) entre la niebla, es una pena que estos maravillosos paisajes no los hayamos podido disfrutar en todo su esplendor por las malas condiciones climatológicas. ¡Otra vez será!.

 
   En la Cruz de Thibault hacemos un alto en el camino para quitarnos una de las capas de abrigo (ya estaba empapada) y dar cuenta del bocadillo de chorizo que nos habíamos agenciado en el albergue de Orisson.
 


   Las energías que nos proporcionó el bocadillo son dignas de estudio; hay que ponerse en situación; llevaríamos entre 3 horas y 3 y media caminando, mejor dicho ascendiendo, en unas condiciones adversas en todos los sentidos. Fue cambiarnos de ropa, comernos el bocadillo e ingerir la bebida isotónica (alguien solo agua) y nuestro ritmo cambió de manera inesperada.
   Desde aquí iniciamos la subida al Col de Bentarte y en el camino nos encontramos con la fuente de Roldan, donde repusimos el agua de nuestras botellas.
   Poco a poco seguimos ascendiendo, ascendiendo (parece que nunca se acaba) hacia el collado de Lepoeder, La subida la hacemos superando unas rampas que, en ocasiones, tienen unos porcentajes superiores a las del Angliru (por lo menos eso parece).



   La llegada a Lepoeder supuso una inyección de moral increíble…!!!SE HABÍAN TERMINADO LAS SUBIDAS¡¡¡. Que equivocados estábamos. Efectivamente se habían terminado las subidas, pero nos quedaba por superar el escollo del gran bosque de hayas que nos separaba de Roncesvalles.
   Creo que no fuimos conscientes de la pendiente que teníamos ante nosotros hasta que no estábamos en ella. La verdad sea dicha que el paisaje merecía la pena,
A medida que íbamos descendiendo, el tiempo iba mejorando y ya al final hasta el sol quería darnos la bienvenida en Roncesvalles.
 

 

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