viernes, 17 de noviembre de 2017

Marcelino Lobato

  
esde que el primer peregrino recorrió hace más de mil años el Camino de Santiago ha existido la picaresca. Buscavidas de toda índole en forma de hospitaleros, peregrinos, comerciantes, guías o incluso párrocos. La mayoría no hacen daño a nadie -tal vez sea esa la diferencia entre pícaro y maleante- y se dedican únicamente a vivir de lo que pueda darles la ruta. Una comida gratis aquí, un regalo allá… Otros simplemente buscan fama, ser reconocidos como el peregrino oficial o algo así.
 
   A partir del resurgimiento de la ruta Jacobea a principios de los 90, han surgido personajes curiosos entre los que hemos realizado el camino, que reportajes de TV y videos particulares los ha popularizado.

   En el anterior tramo tuvimos la suerte de cruzarnos con Pablito el de las Varas, personaje entrañable que a todos nos cautivó con su humanidad y con el que estuvimos charlando un buen rato.
   También pasamos por el puestecito que instauro a la entrada de Logroño Felisa, con su famoso sello, no estaba, ya que murió en el año 2002, pero ahora continua allí su hija María, a la que tampoco pudimos ver pues tenia cerrada su "oficina".
   Hemos prometido volver cuando iniciemos el segundo tramo a conseguir el preciado sello y conocer a María.
   Hoy hablaremos de otro de esos personajes que marcan y que se encuentra a la salida de Logroño.

 
Marcelino Lobato

   Marcelino Lobato suele presentar una credencial que, como si de un rollo de papel higiénico se tratara, mide varios metros, Marcelino se dedica a recorrer el Camino de forma incansable. Aparece en periódicos de toda España, asiste a la ceremonia de apertura del año Jacobeo con las autoridades y da conferencias como peregrino experto que es.   
   Como famoso que se precie suele llevar fotos suyas para regalar.   
   Por si fuera poco, lleva siempre encima un sello y un bote de tinta para estamparlo en las credenciales de los peregrinos que se encuentra en el camino. Genio y figura.
 

   La figura de Lobato vestido de Peregrino a la vieja usanza (siglo XII o XIII) forma parte de la historia actual del Camino de Santiago. Su foto está en numerosos albergues y lugares del camino.
    Un camino que recorrió por primera vez en 1971 y desde entonces ha repetido en varias ocasiones. La vida de Lobato gira en torno al Camino y sobre el versa las conferencias que suele dar basándose en numerosas anécdotas, historias y recuerdos en los que quiere contar las verdades y mentiras del Camino de Santiago.
 
   Cuando Marcelino se cansa de caminar, pasa los días en su “oficina”, una sencilla marquesina de madera en las afueras de Logroño en el parque de la Grájera, donde espera a los peregrinos, a quienes regala un rato de su amena charla, algo de fruta e incluso algún que otro bordón.

   Y no me cabe duda de que lo agradeces, porque el Camino está hecho de pequeños detalles como estos, que lo convierten en una ruta mágica incomparable con ningún otro recorrido del mundo. Además, ¿qué sería del Camino sin estos entrañables pícaros modernos?.
 
   Lobato formó parte del grupo de personas que, encabezados por el sacerdote Elías Valiña, empezaron a pintar las flechas amarillas, en una tarea de revitalización del Camino, por aquellos años en decadencia. Hoy, esas flechas marcan la ruta de las estrellas y guían a miles de personas cada año hacia Santiago de Compostela. La otra motivación del caminante es "hacer una aventura porque los demás caminos los conozco y he escrito mucho sobre ellos, y además es sabido que el Camino empieza en la puerta de casa de cada uno". Lobato critica la pérdida del sentido original del peregrino, e ironiza: " Ahora en los Albergues no falta aire acondicionado y, ya puestos, una alfombra persa, una piscina y una caja de preservativos."
 

   Más de dos décadas años después de colaborar en el pintado de la primera flecha amarilla, este leonés de nacimiento y riojano de adopción, confía en que "Elías Valiña, desde allá arriba, junto a Dios y a Santiago" le den fuerzas para seguir caminando. Muchos kilómetros recorridos en la vida de un hombre, todavía recuerda cuando era capaz de subir "fumando" el monte Cebreiro, en los límites entre León y Lugo, una de las etapas más características del Camino Francés.
 

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