viernes, 2 de noviembre de 2018

EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL CAMINO DE SANTIAGO

  
a mitad del Camino que lleva a Santiago de Compostela desde Roncesvalles se encuentra en algún punto de esta cinta polvorienta de 17 kilómetros de longitud que desemboca, tras atravesar un paraje desolado, en Calzadilla de la Cueza. La senda palentina, por la que estos días transitan decenas de peregrinos sudorosos y felices, hundidos por el peso siempre excesivo de sus mochilas, fue una antigua y orgullosa calzada romana, la Aquitania.
 
   Aprovechando esta oportunidad y dado que este trazado si que se puede certificar como el auténtico antiguo trazado del Camino (Muchos tramos que hemos realizado y realizaremos no corresponden a los originales, ya que estos duermen bajo carreteras, autopistas y trigales) vamos a  describir como ha evolucionado el Camino y la Peregrinación desde sus comienzos hasta la actualidad.
 

El Comienzo

   


   En un momento impreciso de la década de 820-830 se produce el descubrimiento de la tumba de Santiago el Mayor. Reina en el noroeste peninsular (Reino de Asturias) Alfonso II. Él es el primer gran valedor. Se había criado en el Monasterio de Samos y recibe con entusiasmo la noticia que le transmite el obispo de Iria, Teodomiro.

 
   Un eremita del lugar de Solovio (donde hoy se alza la Iglesia de San Fiz de Solovio), de nombre Paio, localizó, en un bosque llamado Libredón, las ruinas de un primitivo enterramiento. Contienen las que serán identificadas como tumbas del apóstol Santiago y sus discípulos Teodoro y Atanasio.


Iglesia de San Fiz
   Esta aparición confirma una arraigada tradición popular que habían documentado antes los monjes Beda el Venerable y Beato de Liébana. Pero faltaban estas pruebas. Enseguida, el rey Alfonso II visita el lugar y manda edificar una modesta iglesia, que luego reconstruirá Alfonso III (año 899). Estamos en el germen de la actual catedral y de la ciudad de Santiago.

Monasterio de Samos

Reyes, abades y monjes, los primeros peregrinos (siglos IX y X)

   Monarcas astures, abades y monjes franceses y alemanes son los primeros en llegar a Santiago desde finales del siglo IX.
   Los soberanos astures Alfonso II y Alfonso III, junto con la Corte de Oviedo, son los primeros peregrinos conocidos del siglo IX. Alfonso III el Magno peregrinó en 872 y regresó con la reina Jimena dos años más tarde, en 874, donando al apóstol una cruz de oro y pedrería, emblema del Reino de Asturias.
   En el siglo X comienzan a llegar peregrinos europeos, como Bretenaldo, en 930, un franco que decidió asentarse como vecino de la primitiva Compostela. Dos años más tarde, hacia 932, peregrinó el rey Ramiro II. No obstante, el peregrino más célebre del siglo X fue el obispo Gotescalco de Le Puy, quien viajó a Compostela en compañía de otros clérigos y de un grupo de fieles de Aquitania a finales de 950.
   Poco después, en 959, peregrina al santo lugar el abad Cesáreo del monasterio catalán de Santa Cecilia de Montserrat. Pidió la ayuda de la Iglesia compostelana para solicitar del papa la restauración de la sede episcopal de Tarragona. Este trámite de intercesión incrementó el peso de la sede apostólica en el reino de León, reforzando la posición de Compostela como sede prestigiosa del occidente peninsular.
 

La época de oro de las peregrinaciones (siglos XI-XIII)


 

   Santiago se consolida rápidamente como centro de peregrinación internacional entre los siglos XI y XIII. Gracias a una unión de fuerzas e intereses que, a favor de Compostela, que llevaron a cabo los principales centros de poder occidental: la Corona (desde Alfonso II a Alfonso VII o Sancho Ramírez), el papado (Calixto II o Alejandro III) y las órdenes monacales (las abadías de Cluny y el Císter). Así escribirá el Camino su historia milenaria.
   La época de oro de las peregrinaciones se sitúa en estos siglos: de Francia, Italia, centro y este de Europa, Inglaterra, Alemania, incluso de Islandia. Y, por supuesto, de toda la Hispania,  llegaban Peregrinos a pie, a caballo, en barco… y eran asistidos principalmente por una red de hospitales fundados por reyes, nobles y burgueses de las ciudades, sobre todo en los barrios de francos, y por los monjes de Cluny, que recibían a los peregrinos en sus monasterios.
La historia también nos habla de la peregrinación a la tumba del apóstol, en 1214, de san Francisco de Asís, hecho que inaugura uno de los capítulos más fértiles del Camino de Santiago: la renovación de la espiritualidad occidental a través de la labor educativa, evangelizadora y fraternal de los franciscanos. En Santiago fundan el primer convento de la Orden.
 

La hospitalidad, seña de identidad del Camino de Santiago

 
   Las primeras décadas del siglo XXI están marcadas por una concepción global del pensamiento y la economía, el desarrollo de la tecnología digital al servicio de la comunicación, la cultura y el entretenimiento, la amenaza del terrorismo yihadista –los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington pueden marcar el inicio de la centuria–, una creciente preocupación por el medio ambiente y el estallido en 2008 de una crisis económica mundial que ha endurecido la situación social.
Plaza del Obradoiro
   Ante esta ansiedad y búsqueda de nuevas experiencias enriquecedoras, la peregrinación tradicional a Santiago propone un cambio radical de comportamiento, una alternativa de valores humanos y universales frente a un mundo cada vez más globalizado, y también alienante y competitivo.
   En este inicio de siglo y de milenio la peregrinación jacobea es, más que nunca, un fenómeno transversal: por una parte, espiritual y ecuménico, también abierto al conocimiento, a la amistad y la comprensión mutua. Un Camino cuyos peregrinos cuentan además con la vivencia del paisaje, la historia, la cultura compartida y la solidaridad.
 
   El peregrino se encuentra hoy con un espacio considerado sagrado durante siglos: el propio Camino de Santiago; una geografía sacralizada que es también itinerario histórico y cultural. Es, en definitiva, una forma distinta de peregrinación, que no niega la tradicional sino que a ella ha sumado los anhelos y las motivaciones de las sociedades contemporáneas.


 

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